IV

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Deslizaba los dedos sobre las cuerdas en un sonido realmente bonito e improvisado. Cerré por un momento los ojos y me dejé llevar por esa melodía que salió tan drásticamente de mi mente, respirando con suavidad y sabiendo de memoria cada nota de ese instrumento en el que tanto empeño había puesto por tocarlo.

El silencio fue suplantado por la música que salía de mis dedos tocando las cuerdas de la guitarra con una destreza increíble.

Sonreí y abrí los ojos después de un tiempo dejándome llevar, y toqué un par de notas afinadas haciendo que la canción terminase, volviendo al silencio y ese par de miradas cómplices de Oliver y mías, quien me sonrió y dejó la tarea a un lado.

- Suena bien - dijo sin más, subiéndose las gafas.

- Ya te dije que era el mejor - contesté sonriendo, haciendo que Oliver riera por mi narcisismo.

Ya había pasado una semana desde que me arrastré a casa de Oliver hecho mierda, se me puso un morado feísimo en el estómago que dolía horrores cada vez que intentaba hacer ejercicio. Se transformó primero en un color violáceo, y ahora estaba de un color verde casi desaparecido del todo.

Las heridas del rostro no tardaron mucho en irse, así que seguía teniendo mi perfecta cara con la cual incordiar a Oliver al presumir de ella.

Le había tomado incluso cariño a la guitarra de Oliver después de estas tardes tocándola mientras molestaba a Oliver quien hacía la tarea y me pedía un poco de silencio, aunque eso fue los primeros días, después ya se acostumbró y acabó resignándose.

- ¡Oliver! - escuchamos que gritaban su nombre desde abajo su madre, y ambos dejamos de mirarnos.

- ¿¡Qué!? - gritó de igual forma.

- Ducha a Tomás, yo me tengo que ir a hacer la compra, que mañana viene la vecina a cenar - informó su madre subiendo las escaleras y apareciendo en la puerta semi abierta del cuarto con el bolso colgado del hombro. Yo dejé la guitarra a un lado y Oliver se levantó de la silla.

- ¿La vecina? ¿Charlotte? - preguntó, cambiándole completamente el rostro a una mueca de desagrado.

- Charlotte y sus padres - dijo poniendo los ojos en blanco.

- ¡Pero mamá, sabes que esa niña me acosa! - gritó, y yo fruncí el ceño. Espera, espera... Oliver tenía una supuesta vecina llamada Charlotte y... ¿Lo acosaba? ¿Qué diablos?

- Oliver, ya tuvimos esta conversación - se llevó una mano a su cien y la frotó cansada - Además no es una niña, tiene la misma edad que tú - dijo suspirando.

- Sí, claro, y casi me viola - ¿Qué? ¿Había escuchado bien?

- Oh, por dios - se quejó Samantha.

- Mañana me iré a la biblioteca o me quedo por ahí como un vagabundo, pero ni de broma ceno con Charlotte, quien sabe, conociéndola es capaz de echarle viagra a la comida.

- ¡Oliver! - mi cara seguramente ahora mismo era entre risa y de no entender una mierda. Su madre le llamó la atención y Oliver suspiró - Si quieres no vengas a cenar si duchas a Tomás ahora, pero te dejo a cargo de Nick.

- ¿Qué? - pregunté siendo ahora el centro de atención.

- Mañana Oliver estará a tu cargo, ¿Si? Yo ahora me voy a comprar que llego tarde - dijo mirando la hora - Adiós, cariño - se despidió de esa rápida conversación dejando
un beso en la mejilla de su hijo mientras agitaba la mano hacia mí, en forma de despedida. No me dio tiempo ni de
decirle "adiós" cuando escuché que la puerta principal había sido cerrada. Me quedé confundido mirando hacia la puerta y lo único que me distrajo fue el largo suspiro de Oliver, ahora mirándole.

Enamorado del imbécil |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora