XIII

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Nunca me había sentido así, jamás me había puesto nervioso al tener sexo con alguien, tan solo las primeras veces, pero sentía que mis manos comenzaban a sudar y mi corazón palpitaba con fuerza.

Todo fue tan fluido, tan espontáneo, tan natural.

Ambos respirábamos agitados al estar besándonos y jugando con la lengua del otro. Me encantaba el piercing que tenía Oliver en la lengua, cada vez que se frotaba contra mi boca lo sentía y yo no hacía más que tocarlo también con mi lengua, le tenía sujeto con fuerza de las caderas y él tenía sus brazos alrededor de mi cuello.

Esto cada vez se tornaba mucho más caliente y excitante, y con ello también subían mis nervios, mis manos podrían estar perfectamente temblando de no ser porque me controlaba. Era mi primera vez con un chico, mi primera vez con alguien que realmente tenía relación y me gustaba, y desde ese momento supe que hacerlo con él iba a ser diferente a todas las veces que tuve sexo a lo largo de mi adolescencia.

Se escuchaba el sonido húmedo de nuestros labios al separarse y después volverse a unirse en otro beso mucho más fogoso, Oliver soltó un leve gemido que me puso a cien cuando se levantó de la silla junto a mí y su cuerpo impactó contra uno de sus armarios.

- Oh, mierda... - susurró con una leve risa en el beso, abrí por un momento los ojos, Oliver lucia increíblemente perfecto y excitante a la vez.

- ¿Estás... bien? - murmuré de la misma forma que él, separándome de sus labios para bajar mis labios hinchados, rojos y mojados por su barbilla hasta llegar a su largo y blanquecino cuello.

- Hum... Sí... - sonreí cuando ronroneó y alzó la cabeza para que tuviera más espacio en su piel que comencé a besar mientras sentía que me agarraba de los cabellos comenzaba a jalarlos con sus finos y delgados dedos junto a un escalofrío que recorrió todo su cuerpo y le puso la piel de gallina.

Amaba que tuviera la piel tan blanquecina, era precioso, como si fuera un muñeco de porcelana, con los ojos grandes, una nariz respingosa y unos labios perfectos, suaves y sabrosos. Me quité sus gafas que ni siquiera me había dado cuenta de que seguía llevándolas y las dejé a un lado. Mordí levemente su quijada y volví a subir hasta sus labios, pero mi mano derecha fue bajando de su cadera, pasando por su trasero, hasta llegar a una de sus muslos y hacer que la subiera y así poder caber mejor entre sus piernas. Oliver sonrió y me mordió el labio inferior para después volver a unir su boca y su lengua con la mía.

Me moví un poco y eso sirvió para que yo soltara un gemido ahogado y que Oliver volviera a ronronear al restregar levemente las erecciones que comenzaban a formarse debajo de nuestros pantalones.

Diablos, nunca me había restregado contra la ropa interior de un tío, normalmente lo hacía con el trasero de las chicas, pero... me sorprendió darme cuenta que se sentía el mismo placer.

Le bajé la pierna de mi cadera a Oliver y le guié hasta su cama, abriendo los ojos y chocando su cuerpo con ella ahora no tan fuerte.

- Si quieres que pare... - susurré, dándole cortos besos a sus labios - porque no te sientes cómodo, solo... - él me agarró de la nuca y me hizo pegar sus boca contra la mía - dímelo... - completé.

Quería hacer las cosas bien con él, diablos, no me gustaría que se asustase y comenzara a llorar o a sentirse mal. Si él quería, yo encantado iba a hacérselo, tenía ganas de probar su cuerpo y de poder tener intimidad con un chico, diablos, tenía ganas de hacerlo con Oliver, con el idiota... Me gustaba tanto, diablos, me gustaba tanto este maldito idiota... Y sabía que su cuerpo me iba a gustar mucho más, lo supe cuando se recostó sobre la cama y la parte en la que doblaba la pierna quedaba afuera, mientras yo me colocaba a un lado y me recostaba sobre él, aún era demasiado pronto para ponerme entre sus piernas.

Enamorado del imbécil |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora