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Me miré una vez más en el espejo, quizá esta era la tercera o cuarta vez que lo hacía, con la diferencia de que ahora estaba completamente vestido.

Vi por el reflejo del espejo la habitación y suspiré, observando todos los pantalones y camisetas que había sacado del armario desparramados en la cama y por el suelo, maldición, luego tendría que juntar toda esa mierda.

Sin embargo, volví a concentrarme en mi silueta, y tiré un poco del paquete hacia abajo ya que ese pantalón era tan solo una talla más pequeña de la cual usaba habitualmente. Se me marcaba el paquete, y supongo que eso le gustaba a las chicas, quizá debería usar ese conjunto más seguido.

Me puse correctamente el cinturón y vi que se me marcaban los pectorales por la camiseta, también ajustada. Iba sexy, malditamente  sexy. Me sentía orgulloso de mi cuerpo, pero nunca lo lucía al estar con esas ropas tan anchas que a veces incluso me hacían ver menos atlético de lo que realmente era... Sí, desde luego a partir de hoy utilizaré un poco más esta ropa, pero tan solo un poco, porque ese estilo oversize me encantaba.

Miré a través de la ventana y pude ver que ya se estaba oscureciendo el día, así que ya debería ir a buscar a Oliver. Me puse colonia y, de nuevo, esa pregunta se cruzó por mi mente.

¿Por qué había decidido ir así vestido?

Siempre tuve la respuesta delante de mí, ¿Por qué me costó tanto darme cuenta?

Escuché el sonido del móvil, el cual me hizo salir de mis pensamientos y mirar hacia atrás, caminé hacia mi mesa de noche y tomé las llaves las cuales me las metí en el pantalón y después agarré el teléfono, viendo que era Oliver quien me había mandado el mensaje.

"Maldición, la acosadora acaba de llegar, voy a usar mis dotes de la interpretación, así que ven pronto."

Me reí por el mensaje y también me guardé el teléfono en el bolsillo. Miré a mi alrededor escrutando con la mirada toda la habitación, pensando en lo que quizá me faltaba llevar, pero al no ver nada, di un par de pasos y abrí la puerta, saliendo de ella.

Bajé las escaleras corriendo y, dios, para mi mala suerte me encontré con mi madre.

- Ma, ya me voy - dije intentando esquivarla, pasando por su lado y dirigiéndome a la puerta de salida.

- ¿Dónde vas tan arreglado y con quién? - me preguntó desde atrás con una voz suave.

- He quedado con Oliver - era tan vago para inventarme una excusa que sin más le dije la verdad para que me dejara un poco tranquilo. Vi que ella puso cara de extrañeza y después sonrió asintiendo, acercándose a mí y dejando un beso en mi mejilla.

- Que te vaya bien, cariño - me sonrió cálidamente como siempre y yo por fin salí de casa. Anduve hacía mi precioso descapotable el cual dejé fuera y me metí en él.

Arranqué y automáticamente pisé el acelerador, dirigiéndome hacía su casa con una pequeña sonrisa en los labios.

Supongo que Oliver y yo podíamos considerarnos algo así como "amigos" ¿No? En el instituto los dos nos manteniamos al margen, hacía como que no le conocía de absolutamente nada, básicamente le trataba como el puesto que se había ganado allí.

Sorprendentemente estas últimas semanas, después de pasar demasiado tiempo con él, no volví a sentir ese pequeño asco o repugnancia. Oliver era bueno, demasiado bueno, y eso me molestaba demasiado ya que se aprovechaban de él, además también era torpe, creo que Oliver sin duda alguna era la persona que más veces se caía del mundo. Pero sus ojos... no sé qué tenían, sin embargo, sabía que no era por el maquillaje que se ponía el cual, si se podía, los hacía aún más bonitos, tenían algo especial y juro que podría estar mirándolos todo el día sin cansarme. Oliver y yo éramos diferentes y parecidos a la vez, y eso me gustaba, me gustaba tanto que arriesgaba mínimamente mi reputación al verle por las tardes.

Enamorado del imbécil |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora