XVIII

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- Así que estás enamorado de Oliver - me dijo mi madre.

- No me haces sentirme mejor diciéndome eso - murmuré, mirando la taza de café como si el contenido que había ahí dentro fuera de lo más extraño, sumido totalmente en el movimiento circular que daba la cuchara que sostenía con la otra mano, con otra ropa puesta, la cual no estaba mojada afortunadamente.

- ¿Nunca se te ocurrió que lo que sentías no era solo que te gustaba? - negué, maldito orgullo de mierda - ¿Quizá porque era un chico?

- Realmente lo que menos me importaba es que fuera un chico, mamá. Solo... estaba impactado, no sé, nunca me había gustado nadie - terminé de decir, apretando la cuchara entre mis dedos, dejando de moverla - Soy un imbécil, ¿Ahora qué hago? Él se ha mudado y yo he sido un hijo de puta con él, y encima... el idiota me pide perdón a mí cuando él no ha hecho nada, aquí el único imbécil soy yo. Él es tan bueno... que a veces me enoja tanto - me limpié con la manga los ojos que comenzaban a picarme por las lágrimas que en cualquier momento comenzarían a emanar de nuevo. Tragué saliva y respiré hondo, era la primera vez que hablaba con mi madre de cosas personales, cuando llegué a casa hecho una mierda, mojado y llorando, ella fue la que me abrazó y me consoló. Díos, y todo este tiempo la había ignorado como si fuera una mierda cuando era la única maldita persona en este mundo que quería lo mejor para mí. Fui tan idiota, tan imbécil. Le conté todo cuando me calmé, le enseñé la carta y después subí a mi habitación para cambiarme de ropa, cuando bajé me dio un café caliente y mi padre afortunadamente se quedó un poco al margen, él era igual de malo que yo con las palabras, así que me consoló con silencio, y lo agradecí.

- No eres ningún imbécil, Nicholas. Solo te cuesta un poco más darte cuenta, pero eso no es malo, Oliver no te odia, se nota que no te odia - eso esperaba, la verdad. Eso esperaba...

- Pero él creé que yo lo odio - susurré, dejé la taza de café sobre la mesa que había justo al frente nuestro y apoyé mi palma caliente sobre mis ojos, esperando que no lloraran.

- Cariño, por mucho que le quieras... no sabemos dónde está, ojalá lo supiéramos, pero cuando vino no me dijo dónde se mudaba. Él está intentando pasar página, seguro, inténtalo tú también...

- ¿Cómo quieres que lo haga si lo dejé tirado como si fuera un perro? Le hice llorar, tuviste que verlo... Estaba destrozado... Nunca me voy a perdonar eso. No voy a pasar página cuando mi puta consciencia no me deja tranquilo, sabiendo que está en algún sitio, sin nadie, con solo su familia para apoyarle por esa puta enfermedad que tiene, pensando seguramente que aquí conoció a un capullo que creé que le odia por ser lo que es.

- Cariño, las cosas ya están hechas y...

- ¡Me da igual! No puedo dejarlo así, no puedo - y ahí iban las lágrimas, abriendo paso entre mis pestañas para caer por mis mejillas y llevarse con ellas un sollozo involuntario junto al dolor en el pecho. Odiaba llorar, pero era inevitable cuando pensaba en él. Mi madre me miró con pena y se acercó a mí, se sentó a mi lado y me abrazó como cuando tenía 5 años y lloraba porque me había caído y tenía una herida en la rodilla. La diferencia es que antes era por dolor físico, y ahora lo era por dolor sentimental, y mierda, dolía mucho más este.

- No llores, cariño... - murmuró mi madre cerca de mi oído, ojalá sus brazos fueran los de Oliver, pensé. Ojalá él estuviera aquí. Pero a pesar de sus palabras y de mis ganas por dejar de llorar frente a mi madre para no dar tanta pena, no pude dejar de hacerlo - Es tu primer amor, mi vida, todos pasamos por esto, pero no tienes que sentirte culpable.

- ¿Y si no es sólo mi primer amor? Mierda, mamá. Sabes como soy y con él ha sido todo diferente, sé... algo me dice que sólo lo voy a sentir con ese maldito chico - guardé el aire en mis pulmones por un momento para ver si podía dejar de sollozar, cerré los ojos y me los limpié de nuevo, afortunadamente pude calmarme un poco y apoyé mi cabeza sobre el hombro de mi madre. Después de todo ella era mi madre y supongo que nadie más que ella podría entenderme mejor, así que con vergüenza, dejé que me mimara y me aconsejara. El Nick de antes hubiera subido a su habitación y hubiera estado odioso con todo el mundo, el Nick de ahora... Había sido cambiado a mejor por ese imbécil que tanto quería.

Enamorado del imbécil |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora