XII

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Me aburría demasiado en mi casa, mis padres, al ser domingo, estaban en casa, y como estaba acostumbrado a mi rutina de domingos, me desperté temprano y salí a hacer ejercicio. Mi cerebro tenía un maldito despertador que siempre me hacía madrugar los domingos, a pesar de que probablemente estuviera resacoso después de estar un sábado por la noche bebiendo y fumando, el deporte siempre me despejaba la mente y me venía bien para mis resacas, además de venirme bien para impresionar a chicas también.

No era el típico tipo que en lugar de estómago parecía que tenía una tableta de chocolate, y realmente lo agradecía, a las chicas les gustaba el típico chico que se le notan los músculos, pero no demasiado que hasta ralla lo insano. Eso me facilitaba el trabajo de llevarlas a la cama, con tan solo quitarme la sudadera ya estaban más que mojadas. Muchas me decían lo bueno que estaba, pero Oliver nunca me lo había dicho y él me había visto ya unas cuantas veces sin camiseta. ¿Y si no le gustaba mi cuerpo? Talvez por eso nunca me había dicho lo bueno que estaba como lo hacían las chicas.

Las cicatrices de mi pecho puede que le disgustaran, o las estrías de mi espalda por el ejercicio le resultaban desagradable. No podía dejar de darle vueltas al asunto y sentirme penoso al respecto. Yo nunca había tenido inseguridades con mi cuerpo pero Oliver lo cambia todo. Estaba seguro de que a Oliver no le gustaba mi cuerpo por eso nunca decía nada cuando me veía. Aunque, siempre se quedaba mirándome y después actuaba normal, sin indicios de asco. Cada vez que lo hacía, se asomaba una sonrisa en mis labios.

No me gustaba ir enseñando siempre el torso desnudo, muchos tipos lo hacían para que las chicas terminaran cayendo a sus pies por lo bueno que estaba, pero a mí siempre me había gustado que se llevaran una sorpresa debajo de esas camisetas anchas. Y a veces resultaba mucho más efectivo que ir enseñando mi cuerpo. ¿Cómo sería el cuerpo de Oliver? Mierda...

Suspiré, me había parado en un sitio para comer un poco y retomé la marcha, corriendo hacia mi casa, estaba bastante alejado, pero tenía una buen fondo, así que podría llegar perfectamente a casa sin dejar de correr.

Y así fue, en cuanto llegué me duché de lo sudado que estaba y volví a vestirme, mis padres ni siquiera me habían preguntado qué había estado haciendo, sabían que los domingos eran única y exclusivamente para mí y mi ejercicio. Miré la hora en el teléfono y vi que ya era bastante tarde, me había quedado dormido.

Eran las siete y media de la tarde y había quedado con Oliver hoy, vi unas cuantas llamadas perdidas de Connor y mi pandilla que no me molesté en responder, así que me levanté de la cama y salí de mi cuarto, bajando las escaleras y encontrándome a mis padres en el comedor.

- ¿A dónde vas? - me preguntó mi madre cuando me vio tomando las llaves del descapotable.

- Voy a casa de Oliver, no creo cenar aquí - y era verdad, tenía pensado ir por ahí a cenar, siempre nos quedábamos en su casa para que no nos vieran en la calle juntos, pero hoy era un buen día porque todos seguramente estaban en la fiesta de esta noche. A mis padres se les iluminó la cara, seguramente impactados por no decirles que iba a una fiesta con mi pandilla y que regresaría en la madrugada. Se despidieron de mí y yo salí por la puerta sin contestar, dirigiéndome al auto y conduciendo hacia su casa. Le mandé un mensaje antes de pisar el acelerador y sentir la brisa impactar contra mi rostro, pero cuando llegué después de escuchar un par de canciones, pensando un par de veces en el trayecto que quizá era un adicto a la música, vi que no me había contestado el mensaje.

Fruncí el ceño y salté la puerta, impactando mis pies contra el asfalto, y después, cuando salté la valla de su casa, impacté mis pies contra ese vivo césped. Mi jardín pude ver que lentamente salían las primeras hierbas, pero Oliver me dijo que tardaría un par de meses como mucho en que saliera el césped si lo regaba diariamente, así que a eso me dedicaba cada mañana, a regarlo para que estuviera vivo y bonito, y eso, en un recóndito lugar de mi pecho, me causaba felicidad de poder hacerlo con Oliver.

Enamorado del imbécil |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora