Tenía el techo del auto puesto ya que empezaron a caer gotas finas del cielo que impactaban sobre el cristal, impidiéndome ver la carretera, quitándolas con el parabrisas que iba de un lado a otro, haciendo que me pusiera más nervioso de lo que ya estaba. Apreté el volante con fuerza, moviendo levemente mis dedos entumecidos después de estar más de seis horas conduciendo, porque era tan imbécil que me perdí un par de veces por ir distraído pensando en qué diría cuando viese a Oliver.
Supuestamente debería de haber llegado como muy tarde a las 3 de la tarde, pero eran las 6 y justo estaba en el centro. Entre llamadas por parte de mi madre preocupada, girar a la derecha cuando realmente debía seguir recto o viceversa, mis nervios que me hacían ir lento y parar una hora para poder comer, ya habían pasado más de 8 horas metido en ese puto auto que cada vez se me hacía más pequeño. Probablemente en todas esas horas ya había escuchado todo el repertorio de canciones que tenían puestas en la radio, porque llegó un punto en el que todas me parecían iguales y acabé prefiriendo el silencio
- Si Dan se atrevió a mentirme juro que... lo mataré - no sé cuántas veces lo había repetido ya desde que salí de casa, tenía miedo de haber venido aquí para nada, de que mis ilusiones por verle se fueran a la mierda y caer en alguna depresión o algo grave - Hola, Oliver... Bueno, quizá no esperabas que viniera aquí pero... No, eso no, demasiado sobreactuado... - esa también era una de las tantas cosas que repetí cuando apagué la música, haciendo en mi mente un diálogo de lo que diría cuando le viera y probablemente habría utilizado todas las palabras posibles para esta situación, y en ningún caso me gustaba.
Estaba demasiado nervioso.
Miré el GPS y vi que solo faltaban un par de minutos para llegar. Miré por el retrovisor, viendo que dejé el centro de la ciudad atrás, girando a la derecha y encontrándome con un barrio calmado, casas unas al lado de otras, sin nadie en la calle, básicamente porque esas finas y pequeñas gotas habían empezado a ser grandes y que caían en cascada. Me gustaba que lloviese, pero dios, estas semanas no habían dejado de hacerlo, y comenzaba a odiarla un poco.
Tragué saliva, y miré las casas una a una, ya estaba en la calle donde Oliver vivía ahora así que comencé a mirar el número uno a uno, revisando por decimo octava vez el papel que me dio Dan, pero ni siquiera tuve que mirar el número para saber que esa era la casa donde ahora vivía él. Lo supe en cuanto vi en ese césped no tan bien cuidado los juguetes que siempre había de por medio, los juguetes de su hermano pequeño. Era la única casa donde había juguetes tirados, y en cuanto vi la bicicleta donde enseñé al pequeño Tomás, lo confirmé totalmente.
Dan no me había mentido.
Sonreí amargamente y me mordí el labio, frenando el descapotable para poder aparcar. Apreté la mandíbula cuando lo hice y apagué el motor, viendo que ahí estaba él, que sí, que le iba a ver, que iba a poder hablar con él y quizá solucionar las cosas, que quizá iba a poder besarlo otra vez y... Ahora mismo eso era lo que más quería en el mundo.
Respiré hondo y me guardé las llaves en el bolsillo, saliendo del auto y poniéndome la capucha de la gran sudadera para no mojarme mucho.
¿Y si tocaba, Oliver me abría y me cerraba la puerta en la cara? ¿Y si esto no había servido de nada?
Los nervios que tenía en el camino, en ese instante incrementaron a mil, mis manos sudaban y mis pasos eran vacilantes. Crucé la carretera, sintiendo mi corazón palpitar con tanta fuerza que en ese momento tan solo escuchaba sus latidos.
Y... ¿Si me abría su madre y era ella quien me cerraba la puerta? Eso sería peor... Porque Oliver no sabría que había cruzado medio mundo solo para poder hablar con él...
Mierda.
Miré la verja, y sonreí cuando vi que era igual de baja. Pero extrañándote está vez no La salté como solía hacerlo, está vez solo la abrí y me adentré en el jardín, miré al frente y vi su casa, a tan pocos pasos de mí... lo difícil que era darlos. Mis piernas temblaban, y no de frío, cada paso hacia esa casa me ponía más nervioso y un nudo en mi garganta que intenté tragar aparecía lentamente. Subí el par de escaleras de piedra de su porche y vi la puerta frente a mi cara, blanca y preciosa, miré al lado, observando ese botón que si apretaba, automáticamente sería mi pase hacia él. Respiré un par de veces más, con los nervios a flor de piel, intentando calmarme en intentos fallidos para, después y sin siquiera pensarlo, apretar el botón, haciendo que sonado el timbre, llamando la atención de los que estaban en esa casa.
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Enamorado del imbécil |BL| ©
RomanceSi aquel día Nick no se hubiese parado cuando vio a Oliver caminar solo, probablemente nada de esto hubiese pasado. Porque Oliver no se hubiera fijado en su sonrisa, y Nick no se hubiera fijado en sus ojos. ¿El popular enamorado del imbécil nerd? Im...