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Jodie:

—Pretzel.

La terapeuta deja de escribir en su libreta.

—Pretzel, así le puse. —Menciono mirando al perro que duerme junto a mis pies.

Ella sonríe y baja el lápiz.

—Ya veo... ¿Qué más deseas contarme..?

Trago saliva recordando las palabras de Edward y trato de no desviarme hacia lo perfecto que fue anoche, pero al final no salen palabras.

—¿Cómo te has sentido estos días?

—Mejor.

Ella alza las cejas.

—No es tan horrible como al inicio.

—¿Y a que lo relacionas eso?

—¿Qu-

Ella mueve las manos. —Debe haber algo que aconteciera y disminuyera tu desagrado de estar aquí.

Vaya... analiza demasiado. —Suspiro.

—¿Me equivoco?

Edward viene a mi cabeza.

—Ayer vi una aurora boreal.

—Bueno, los fenómenos naturales suelen ser una buena raz...

—Y Edward me hizo verlas. —No sé por qué lo dije si ella ya estaba dando por hecho.

—¿Edward?

—Mi guardaespaldas, el guardaespaldas que puso mi padre. —Contesto enseguida.

—Entonces te agrada... Edward.

—Se lo que hace, doc.

Ella sonríe. —¿Y qué hago?

—Intenta decir que de alguna manera el me hace sentir bien aquí y...—Me detengo. —Estamos solos. —Digo y vuelvo a repetir. —Estamos solos y debe ser eso, no es como si...

Me detengo al verla.

—No lo diga.

—Yo no he dicho nada.

—A mí no me gusta Edward. No, no puede...

—¿Pero te sientes a gusto con él, ¿verdad?

—Debo, le pagan por eso. Debería sentirme con él a mi lado cuidándome.

—Pero no es solo eso.

—Estamos solos. —Repito una vez más. —Es eso y tal vez el terminar recién con mi novio me hace sentir así.

Ella alza las cejas.

—Sentirme tan bien con su compañía..

Parpadeo al darme cuenta de mis palabras.

—Hablemos de Margot.

La terapeuta se sorprende. —¿Segura?

—Si.

Solo no hablemos de Edward y las emociones confusas que me abordan acerca de él.

—Él dijo que podría ayudarme si se lo pido.

—¿El?

—Sí, Edward.

—Creí que no querías que habláramos.

—Y no quiero. —Me irrito. —Si lo menciono es porque...—Respiro profundo. —Si yo lo pido ... ¿Puede ayudarme con Margot?

Ella deja la libreta junto al lápiz sobre la mesilla.

—Podemos intentar algo... solo si tu estas de acuerdo. —Me hace saber.

—¿Y eso servirá?

—Lo sabremos cuando lo haga.



(***)



Hipnosis.

No estoy segura que sea buena idea y no estoy segura si deseo que una extraña se meta en mi cabeza.

Cierro la llave de la ducha caliente y salgo de ella, me coloco frente al espejo y paso la mano por encima de este, quitando el vapor.

Me miro en él y mi atención va al collar que empecé a usar, el collar de Margot.

Sujeto el collar entre mis dedos y lo vuelvo a soltar.

—Si hago esto tal vez haya un fin, Margot.



(***)



Bajo las escaleras mientras seco mi cabello, pero me detengo cuando oigo pasos en el primer piso, encuentro al técnico que está trabajando en la caja de electricidad detrás de la pared, Edward. guarda sus herramientas y le da un apretón de mano para luego acompañarlo a la puerta.

Lo despide. —Gracias por todo.

Cierra la puerta y bajo los últimos escalones, aunque Pretzel se me adelanta.

—Buenas noticias. —Edward se acerca al interruptor y lo enciende. —Tenemos luz.

—Bien. —Me dirijo a la cocina.

—¿Te sientes más tranquila? —Pregunta y dejo la toalla sobre la silla.

—Lo prefiero antes de estar a oscuras, sí.

—Ya y esto.

Recoge mi toalla y me la pone en frente, sus manos van a mi cabello.

—Aún está húmedo.

—Secara.

—Si te enfermas no seré capaz de dejarte sola mientras voy por medicina.

Trago saliva.

Edward me pone la toalla en la cabeza y empieza a secar, me pide agachar la cabeza y miro sus pies, justo frente de mí.

Sacude fuerte y luego despacio.

—Para. —Le ordeno.

Lo escucho reír y vuelve a sacudir.

—Dije...

Sin embargo, ya ha parado, levanto la mirada para encontrar su rostro.

—¿Qué? —Le pregunto y noto que su mirada esta sobre mi cuello o mis pechos. —¿Te ha paralizado mi belleza? —Bromeo.

Se mantiene serio y doy un paso hacia él, su mirada sube a mi rostro y no la comprendo, sin embargo, estoy demasiado cerca.

Edward..

Su nombre sale en un susurro y cuando tengo la intensión de besarle...

Nuestras bocas no llegan a tocarse, su actitud cambia de pronto y el me cubre la cabeza con la toalla, quedo a oscuras.

—Que esta noche sea pizza. —Escucho que me dice y sus pasos empiezan a alejarse. —¿Peperoni?

No digo nada y me alegra que la toalla cubre mi rostro porque ni yo misma quisiera verme en el espejo después de eso.

—No quiero grasa. —Digo para mí misma.

—Entonces de Pepperoni. —Menciona al no escucharme y oigo que empieza a hacer ruido en la cocina. —Pepperoni será.

Así que.... así se siente el rechazo...

El Desastre de JodieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora