8. JeongIn

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JeongIn sentía que había creado un nuevo lazo con su madre.

Algo diferente, cómodo. Sentía que podía confiar plenamente en ella y decirle todas sus verdades. Desde que su madre se sinceró aquella tarde de tormenta, el pequeño Omega recurría a sus consejos cada que algo lo inquietaba. Escucharla lo hacía sentir mucho más sabio, grato, con una mirada diferente del mundo y ajena a toda perspectiva que sus amigos pudieran tener.

Le contó sobre HyunJin. Mamá ya sabía que vivía en el otro pueblo, aunque no dijo nada de lo que pensó que le diría. De hecho, le preguntó si realmente era mejor que ahí. JeongIn no sabía qué decirle. Claro que tenía más cosas, pero no se comparaba a la tranquilidad de lo puramente rural. Además, le dijo, HyunJin vivía en un barrio privado. También se sorprendió al escucharle decir que la madre de ese chico era Omega y médica. No quiso decir mucho más,  a pesar de que ese día le comentó que iría a verlo y ella le permitió.

Cuando bajó, ya listo, su madre lo miró de reojo, divertida.

—¿Llevas protección? —preguntó, mientras terminaba de lavar algunos platos. Su pequeño Omega se sonrojó furiosamente.

—No haré eso —susurró, removiendo un poco la tela de su manga—. Sí llevo.

—Saqué un turno para ir al médico, si inicias tu vida sexual, puedes preguntarle todas las dudas que tengas y pedirle pastillas anticonceptivas. No recuerdo bien qué marcas usaba tu papá, me fijaré hoy... recuerda, ¿qué te dije la otra vez?

—Que si no quiere usarlo... ¿le patee el trasero?

—Mnh, bien —murmuró ella, acercándose para dejarle un beso sobre la frente. La vio sacar de su bolsillo algo que colocó en sus manos. JeongIn bajó la mirada—. Es gas pimienta, tu hermano lo mandó para ti.

—¿Por qué? —preguntó, guardándolo en su bolsillo. Se sentía algo pesado.

—Digamos que... le comenté que te gusta alguien.

—Má... —susurró, frunciendo el ceño. Ella se encogió de hombros.

—Dijo que te traerá un bate para la próxima que regrese a casa. Supongo que es el instinto. No dudes en usarlo y si puedes correr, hazlo lo más rápido que puedas —aclaró, abriendo la puerta. Salieron juntos al cobertizo. A diferencia de las últimas semanas, aquel día reflejaba un despejado cielo celeste, cálido y con viento. Las hojas danzaban en el aire, coloridas, mientras abandonaban el nido. JeongIn besó la mejilla a su madre.

Siguió su camino. Solía encontrarse con HyunJin todos los sábados, si no es que arreglaban otro día. Le era más fácil, puesto que aún las líneas telefónicas no habían llegado a la zona rural de su pueblo. Hubo solo una vez que el rubio le escribió una carta, como en los libros. Era extensa, con una hermosa caligrafía y una acuarela del bosque, donde siempre se encontraban.

JeongIn no se apuró en su camino. Todo el suelo de campo estaba cubierto de hojas de otoño. Olía fresco, a su Omega le gustaba tanto que de vez en cuando sus ojos destellaban ante sentimientos tan fuertes. El viento parecía furioso, pero no se preocupó mucho por eso. Mamá le había permitido quedarse con la mitad de la paga que el señor Park le había dado. Trabajó dos días más en la librería, incluso le contó a Jimin sobre HyunJin, aunque nunca le dijo sobre su nombre y solo lo llamaba "el chico del pueblo vecino". A pesar de todo, Jimin no dijo otra cosa que su madre no le dijera. Estaba más interesado en cómo cruzaba el camino hacia el otro lado y todas las cosas que habían allí y no aquí.

El dinero sobrante le bastó para poder comprarse dos pantalones, tres camisetas y un par de zapatillas. Claro que gran parte de sus prendas las adquirió en tiendas de segunda mano. Además, mamá le permitió tomar algunas camperas que papá solía usar en la juventud.

HADO • HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora