31. JeongIn

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HADO

—JeongIn, no te des la vuelta, pero creo que le gustas al hijo del patrón.

El joven Omega desvió la mirada hacia su compañero, un viejo beta que recolectaba la uva que él le arrojaba. JeongIn bajó las tijeras que tenía en manos, sus ojos volviéndose con curiosidad a lo lejos. Un chico joven, en sus veinte, caminaba con cuidado entre las plantaciones. Sus miradas se encontraron por unos segundos, hasta que aquel apartó la cara con rapidez. Traía pantalones gruesos de trabajo, tan limpios e inmaculados, que se preguntó realmente si aquel conocía lo que era trabajar en el campo. Tenía una remera blanca y el cabello oscuro recortado. Aunque no lo oliera ni sintiera sus feromonas, comprendía por la complexión de su cuerpo que se trataba de un Alfa.

—¡Pero no mires! —regañó el hombre, jalando del bolsillo de su overol. JeongIn frunció el ceño, volviendo a su trabajo de recolectar la uva madura.

—Tú solo haces que pierda el tiempo. Hoy quiero irme temprano a casa, tengo que estudiar —habló, arrojándole la fruta en el pecho. El viejo sonrió, divertido, le faltaban algunos dientes—. Tengo que terminar la cantidad de cajas acordadas antes de las doce y tú no ayudas, deja, vete por allí a molestar a otro.

—Qué gruñón eres —aclaró el beta, dejando la uva con cuidado en el cajón—. Si me hicieras caso y permitieras a ese Alfa cortejarte, ni siquiera te preocuparías por estudiar. Tendrías todo este campo a tu nombre y tus hijos no tendrían que trabajar nunca.

—Ese Alfa tiene como diez años más que yo —murmuró, con el ceño fruncido—. Y yo tengo pareja, tengo Alfa y será doctor. Me ayuda a pagar mi escuela y quiere que estudie así como él. ¿Dónde viste un Alfa así, eh? Seguro este solo quiere tenerme para llenarme de crías y luego engañarme con algún otro Omeg...

—¡Patrón! —elevó la voz el beta, inclinándose con respeto. JeongIn sintió  que el calor subía por sus mejillas, sus ojos se desviaron al instante. Dos Alfas de pie frente a él. Reconoció al más alto y grande, algo avejentado, como el hombre que le había permitido trabajar en su campo. JeongIn desvió la mirada en el joven a su lado. Alto, enorme, de cabellos castaños y ojos cafés amables y brillantes.

—Voy treinta y cinco cajas —soltó al instante, aunque nadie le había preguntado. JeongIn sintió que el sudor empezaba a gotearle por los cabellos de su nuca. Estaba algo sucio, aperlado en transpiración y feromonas. Su jefe sonrió, asintiendo y desviando la mirada a su hijo.

—Este es JeongIn, es nuestro único peón Omega. Que no te engañe su cuerpo delgado ni su jerarquía, aguanta mucho el calor y el trabajo duro, como todos los hijos de la familia Yang. Está aquí desde hace mucho, si tienes alguna duda también puedes hablar con él.

JeongIn se obligó a sonreír cuando el joven Alfa lo miró y extendió una mano enorme. El Omega bajó la mirada, extendiendo la suya al instante. Notó que su jefe miraba el guante sucio de trabajo y luego a él. El azabache se lo quitó y esta vez sintió la palma cálida de aquel chico. Piel suave, tersa, tan diferente a sus yemas ásperas, a sus uñas recortadas y cubiertas de tierra por debajo. JeongIn supo que aquel no había trabajado allí en su vida.

—San —habló el joven, dando un ligero apretón de mano. JeongIn sonrió apenas, mirando su jefe. El viejo hombre alzó el brazo sobre los hombros de su hijo, golpeando suavemente. En cuanto JeongIn se vio liberado, ocultó su mano detrás, limpiando las feromonas que seguramente tendría.

HADO • HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora