6. JeongIn

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Abrió los ojos apenas, sintiendo el pesar en los párpados. El Omega se removió, soltando un suave gemido al sentir el escalofrío del viento acariciando su espalda baja. JeongIn percibió aromas extraños, diferentes. Aquella suave cama no era la suya, tampoco el viento frío se sentía como la calidez habitual de su pueblo. El pequeño levantó la cabeza, observando una habitación blanca, con pocos muebles. Las luces apagadas daban total protagonismo a los rayos anaranjados del atardecer. El chico se sentó, inclinando la cabeza hacia la ventana abierta, a la cortina blanca que se movía al compás del viento. Su suave silbido era lo único que se oía.

JeongIn bajó la mirada a su ropa húmeda. Sus manos viajaron a su cuello, mojado, a su pecho, su short. Estaba húmedo por el sudor, pero su piel ya no ardía como antes. Sus ojos se desviaron a la bolsa y la jeringa sobre la mesita de luz. La tomó con grandes ojos.

—Es un supresor —escuchó y automáticamente levantó la mirada, apretando el objeto con fuerza. Los ojos del Omega destellaron, amarillos, mientras el chico parado en la entrada se encogía de hombros. JeongIn sintió que un gruñido involuntario empezaba a vibrar por sus cuerdas vocales—. Yo también me puse, tranquilo. Los chicos abajo también, los Alfas, digo.

JeongIn no respondió. Era HyunJin, el Alfa rubio que olía muy bien. El Omega no le quitó la mirada cuando entró despacio. Tenía en las manos una muda de ropa, la reconoció como suya, la que había guardado en su mochila.

—Yo... yo no quería subir por temor a incomodarte, pero tus amigos dijeron que mis feromonas podrían... uhm... calmarte —susurró lo último tan bajito que apenas pudo escucharlo. JeongIn retrocedió en la cama, siguiéndolo con la mirada cuando apoyó la ropa a un lado suyo. HyunJin se alejó, tenía las pupilas dilatadas—. Si te quitas la ropa... —el gruñido de JeongIn se oyó fuerte y claro—. La pondré en la lavadora y podrás llevártela por la noche.

—¿Qué hora es? —preguntó, apretando su ropa seca con las manos. HyunJin desvió la mirada a la ventana cuando notó que la acercaba a su nariz.

—Seis de la tarde.

—Tengo hambre —confesó el Omega, el rubio frunció apenas el ceño al notar sus ojos amarillos. Eran claritos, suaves, se preguntó, muy en su interior, si era como le sucedía a Chris. Si ese era el Omega hablando.

—Ah, te aparté algo de comida —mencionó, saliendo de la habitación. JeongIn lo miró con atención, mientras se quitaba la remera húmeda y se limpiaba el sudor. Se puso una nueva, mientras veía al Alfa entrar con un plato envuelto en papel madera. JeongIn lo tomó, estaba tibio.

Lo miró de reojo, quitando el papel y notando un gran sándwich de carne y pan pálido con semillas. Notó que tenía tomate, cebollas y tiras de morrón salteadas. El Omega le dio un gran bocado, mientras su mirada destellaba entre amarillo y negro. El aroma de la comida se mezcló con aquel fresco de la mañana. JeongIn tragó, mirando al Alfa.

HyunJin se había acercado a la ventana, respirando lento, apacible.

—¿Son muchas feromonas? —preguntó.

—¿Eh?

—Que si son muchas mis feromonas.

—No... no es desagradable. Sí son muchas y... huelen bien. Estoy esperando para llevar el plato.

JeongIn entrecerró los ojos. Volvió a su comida, recordando las veces que mamá o su hermano se quedaban pendientes sobre él durante el celo. No era como siempre susurraban en la escuela. El Omega no sentía deseos, ni nada parecido. Era como tener mucha fiebre y todo dolía y se sentía húmedo. No era para nada satisfactorio.

—No te preocupes, el supresor que te di es muy bueno, neutraliza la gran mayoría de los síntomas. Mi mamá lo usa siempre, aunque ella se vuelve un poco débil y tengo que estar pendiente de que no se caiga o se deshidrate —habló el Alfa.

HADO • HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora