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—Tiene dieciséis, pero pronto cumplirá diecisiete —mencionó, mientras seguía a la mujer por el inmaculado pasillo blanco.

La Omega alisó el vestido con sus manos, aferrando las manos a su bolso, donde guardaba toda la documentación de su joven hijo. El aroma a lavandina y aromatizante se sentía por todas partes. Era un lugar enorme y bastante desolado para ser un hospital. La rubia miró con atención las habitaciones, dentro había camillas vacías, algunas con personas durmiendo.

—Es una edad difícil —respondió la mujer que la guiaba. Tenía el uniforme blanco—. Esta es la zona de laboratorio. Se procura el silencio por los pacientes.

—Mnh —murmuró, no entendía por qué tenían a los jóvenes de pueblos aislados del resto. La Omega desvió la mirada, largos pasillos iluminados se extendían. Por lo que sabía, el amigo de JeongIn se había atendido allí, con mucho cuidado y buenos tratos. Era el hospital que más jóvenes una tomado, desde que aquella transformación empezó a afectar el lado animal de los más chicos. El análisis y el cuidado costaban demasiado, pero HyunJin solo quería que lo revisaran—. Mi hijo ya se presentó con los cambios. Su padre era un Alfa común, yo soy dominante. Tardó algunos meses, pero vi que en otros chicos es diferente, ¿varía según la edad y el género?

—Eso le responderá el doctor, se encarga de estos casos —anunció, se detuvieron frente a una gruesa puerta blindada, gris y brillante. La omega vio su propio reflejo, mientras la mujer a su lado accedía la entrada por medio de una tarjeta. La rubia presionó sus labios, pensando en el hospital donde trabajaba, donde todo era, dentro de todo, más simple—. Esto es por seguridad. Esta situación... aún no todo el mundo está enterado. Se sabe más que hace un año, pero no tanto como se necesita. Muéstrele los documentos de su hijo, explique paso por paso cómo se afectó su salud, incluso si reconoce el detonante de estos cambios. Pero por lo que me contó, no creo que sea necesario que se quede mucho tiempo.

Agradeció. Frente a ella, quedó un pasillo iluminado. En el fondo las paredes lisas y blancas habían sido reemplazadas por grueso vidrio. La Omega se aferró a su bolso, caminando. Le recordó un poco a sus días universitarios, a las residencias interminables donde dormía en cualquier rincón, los pocos minutos que tenía libre. Había sido hacia mucho tiempo, pero el sacrificio le permitió tener una casa hermosa, a pesar de sentirla vacía en la juventud. Su deseo de ser madre había nacido en la soledad de llegar a casa y no encontrar a nadie que la recibiera. Había anhelado un cachorro como un deseo a cumplir, a pesar de que su Omega aborrecía a otras jerarquías. Jamás sus relaciones habían durado tanto. Su duda más grande después de lograr un embarazo recaía en la idea de que a su hijo le afectara la ausencia de un padre Alfa.

Por lo que sabía, su cachorro había nacido como un buen Alfa, un buen compañero. Tanto, que el Omega que le gustaba rechazó a su destinado por él. El simple hecho le sacó una pequeña sonrisa, a pesar de que aquel mismo chico también terminó por afectar la seguridad de HyunJin.

Sabía que HyunJin no necesitaba de ningún papel que lo presumiera como dominante. No ahora que todo se había resuelto. Mucho menos después de saber con exactitud que Yang JeongIn lo había aceptado como Alfa.

Golpeó primero, a pesar de que la puerta era de vidrio y podía ver a un hombre caminar con lentitud, anotando con rapidez sobre un cuaderno algo que veía a través del vidrio en otra habitación. La Omega entró cuando le permitieron el pase. Sus ojos se dilataron y su cuerpo se tensó cuando sintió una presencia pesada en aquel lugar. Desde allí, quieta, pudo observar lo que efectivamente aquel miraba.

Reconoció a lo lejos el nombre del pueblo de JeongIn, escrito a mano en un papel. La fecha de ingreso de hacia un año atrás, tachada con una línea y con la corrección de dos semanas. Las palabras Alfa extra dominante, masculino, dieciocho a veinte remarcadas con negro. Una ficha rápida y evidente. Jamás lo había visto, pero la simple presencia le recordó las tantas descripciones que su hijo le había dado. Sofocación, incomodidad, terror. Un cuerpo paralizado frente a una mirada rojiza. Lo miró con grandes ojos.

HADO • HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora