5. Infancia

1.8K 287 106
                                    

Infancia

—¡Felix, tu amigo ya vino!

—¡Ya! —escuchó JiSung mientras su madre lo despedía y se retiraba. Saludó al padre de Felix, mientras este dejaba de cortar grandes troncos de leña con un hacha. En cierta manera, era igual a Felix. Aunque tenía el cabello castaño y lucía fuerte, grande, unos centímetros más alto que una puerta. El pequeño se encogió, mientras su rubio amigo aparecía por la puerta, acomodándose la tira de su overol azul—. ¡JiSung! ¡Vamos!

El pecoso corrió, tomándolo de la mano. El padre se volvió, su rostro fruncido—. ¡No corran, Felix, ayer te caíste así!

El chiquillo lo ignoró, saltando los primeros escalones de la entrada. La casa de Felix era grande, blanca y con tejas oscuras. Era la más vieja de todo el pueblo, en su gran mayoría, estaba hecha de ladrillos y la reconstrucción fue con madera. El castaño saludó a la mamá de su amigo con una mano, sintiéndose seguro al notar su amable sonrisa, sus ojos cariñosos. En cierta manera, entendía porqué Felix era tan bondadoso, sensible y amable. Había sido criado en un lugar lindo, rodeado de tres árboles enormes y un gran campo de cosecha.

—¡La otra noche pá me dio un regalo! —lo escuchó, mientras corrían escaleras arriba. Escuchó que la amorosa madre de Felix le llamaba la atención. JiSung no apuró tanto el paso, notando que el rubio tenía vendadas las rodillas y los codos, seguramente producto de numerosas caídas al correr. Lo guió al final de un pequeño pasillo, donde todas las habitaciones terminaban. Felix se volvió, apoyándose sobre una puerta blanca.

—Esa... no es tu habitación —murmuró, mirando hacia atrás. Recordando que su amigo compartía cuarto con su hermana mayor.

—¡Sí es! Papá limpió esta habitación para mí, ven, entra —confesó, tomando su pequeña mano. Los niños entraron. JiSung notó la gran ventana abierta, mientras una suave cortina blanca se movía al compás del cálido viento. Su rostro se sorprendió por la vista. JiSung entró, mirando la cama de una plaza, el baúl de ropa y dos muebles más donde habían zapatillas y juguetes de madera—. ¡Sorpresa! ¿Qué opinas, mnh, no es bonito? Dijo que ya era momento de que yo tuviera mi propio lugar.

—Tienes una increíble vista, ¿por eso quieres que nuestra casita tenga muchas ventanas?

—¡Sí! Ven, sube a este banquito —lo guió el rubio, JiSung obedeció notando que a lo lejos podía ver la terminación de la plantación del padre de Felix. Enormes campos repletos de árboles de manzanas, naranjas y uvas. Por lo que sabía, vendían la materia prima a una empresa de jugos y gastronomía. También se lo destinaba a la familia de SeungMin. A lo lejos, las grandes montañas guardaban picos blancos y revelaban en pequeños llantos el río que cruzaba el bosque donde jugaban. JiSung apartó la mirada al gran galpón, donde estaban los hombres que trabajaban para el señor Lee—. ¿No es bonito, JiSung? Realmente no creo que exista algo más lindo que todo esto, ni siquiera la ciudad que tanto nos dice SeungMin.

—Es porque no nació aquí —habló, apoyando el mentón sobre sus brazos. La calidez entró suave, linda. Le gustaba pasar el rato con Felix. Era diferente a SeungMin, a JeongIn.

Cuando visitaban a Min, era como entrar a otro mundo. Su casa enorme parecía un laberinto, al igual que su jardín, tan grande como la tierra de la familia de JeongIn. Con el último las cosas se ponían mucho más aventureras, trepando árboles, vagando por el bosque en búsqueda de piedras lindas o ríos para jugar. Felix era más de hablar, apreciar los bonitos paisajes desde un lugar cómodo.

HADO • HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora