23. JeongIn

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Después de semana y media, JeongIn pudo darse un baño de verdad.

JunHyuk lo cargó desde la sala hasta el baño, fingiendo que su pequeño hermano Omega pesaba una tonelada. A pesar del ligero dolor en los músculos, en especial en las piernas, no pudo evitar sonreír. Su madre ya estaba preparando la tina, con soportes improvisados para sostenerse, los mismos que solía usar Yeonjun cuando decidió bañarse solo, a pesar de que se había patinado tres veces. Le habían colocado una bolsa de plástico a su yeso, sujeta con un cordón de goma. El Alfa que lo sostuvo lo sentó primero en una silla vieja de metal, con dibujos de flores que se habían borrado con el tiempo. El frío contra sus muslos le erizó la piel.

—¿Caliento más agua? —preguntó JunHyuk, arremangando su remera gris desgastada. Traía un overol de trabajo negro, el que había dejado cuatro años atrás antes de irse de casa. JeongIn bajó la mirada a sus piernas, tenía barro seco en los extremos, aunque su madre no se percataba de ello. Se había cortado el cabello, rapado a los costados, en la nuca, una especie de mullet que no resultaba estar a la moda, pero que a JunHyuk le quedaba bien.

—Dos baldes más son suficientes —comentó su madre, ordenando en una mesita de metal la barra de jabón, dos toallas y el botiquín. Tenía puesto su delantal blanco, ella alisó la tela con sus manos. JunHyuk tomó los baldes de lata a un costado del baño, mirándolo apenas unos segundos.

—¿Segura que puedes sostenerlo tú sola? —preguntó, JeongIn frunció el ceño.

—Yo sé bañarme solito.

—No cuando se te pueden salir tus dos uñas negras —comentó el mayor, JeongIn se encogió de hombros, bajando la mirada a sus manos. Se preguntó si, de perder las uñas, le crecerían de vuelta. Escuchó a su madre suspirar, negando con la cabeza.

—Te llamaré si necesito algo... ve con Yeonjun. Dile que te ayude a ti con los deberes —ella presionó los labios. JeongIn desvió la mirada a su hermano. JunHyuk partió sin más, llamando al pequeño de la familia Yang. Días atrás había vuelto uno de los tantos perros que lo siguió aquella madrugada que fue por Felix. De una familia de raza pura, el único que volvió fue el cachorro de nueve meses que le pertenecía a Yeonjun. Tenía múltiples heridas, había perdido una oreja y le habían arrancado parte de los labios, pero aún tenía las fuerzas para mover la cola al ver a su hermanito. Lastimosamente el perro de JeongIn no había sobrevivido y su madre tampoco le dijo en qué estado murió.

JeongIn miró de reojo a su madre. Estaba algo pálida y sus ojos lucían cansados e irritados. La noche anterior Yeonjun había tomado gran parte de la gasa nueva que mamá había comprado con los ahorros del hogar y su perro apareció en la mañana con la cabeza vendada, moviendo su cola mordida con temor. La Alfa había retado a Yeon severamente, pero su rostro se contrajo en un ligero dolor cuando el menor empezó a llorar, corriendo rápidamente a su habitación. JeongIn se sintió un poco mal cuando la vio quieta, mirando las escaleras con el rostro rojizo y un silencio extraño. Ahora que la miraba bien, notó que había estado llorando.

En realidad su madre lloraba bastante seguido. No era ruidoso, ni preocupante, tampoco tan desgarrador ni llamativo. Las pocas veces que la había encontrado, en secreto, derramando gruesas lágrimas, pensaba más en la frustración y la tristeza. Ahora que JunHyuk estaba en casa, JeongIn había podido oír -a escondidas, haciéndose el dormido- varias de las conversaciones que tenían. Sobre la debilidad que mamá sentía, sobre lo difícil que a veces le era medir sus palabras y acciones en la crianza de sus dos últimos cachorros.

Incluso la había escuchado decir que se arrepentía de haberle dejado tanta libertad a la hora de irse con sus amigos. De no darse cuenta del momento de ceder y restringir. De ver la viva imagen de papá en él, no solo en lo físico, ni en las decisiones, sino también en el hecho de encontrarlo tirado en medio del bosque, ensangrentado, mientras algo lo lastimaba.

HADO • HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora