17. HyunJin

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—Nombre y edad, por favor.

—Yang JeongIn, catorce años —escuchó. Sus pensamientos volvieron a la realidad, consciente de la situación. HyunJin parpadeó dos veces, observando las montañas oscuras y lejanas por la ventana del hospital, en aquella pequeña habitación. El cielo gris permitía entrar una luz pálida.

HyunJin frunció el ceño, bajando la mirada a sus manos apretadas, allí, donde la marca de los colmillos de JeongIn le habían removido la piel de la palma. Un dolor punzante sobre la irritación de la herida, latente. Eso era, tal vez. Había sido real. Había tapado la boca de su Omega para que no siguiera emitiendo esos sonidos. El rubio toqueteó la marca, ausente.

—HyunJin —escuchó a su lado. El Alfa alzó la mirada. Sus ojos se conectaron con otros, suaves, cansados. Su madre olía a flores silvestres y a desinfectante. Traía su uniforme puesto y su cabello rubio estaba amarrado en una coleta. Ella lo miró con grandes ojos—. Cariño... estás emitiendo muchas feromonas.

—Ah... es normal, en realidad —acotó una voz masculina frente a ellos. El chico se volvió. JeongIn estaba sentado en una camilla, mirándolo con grandes ojos, como si buscara entender qué sucedía por su cabeza, qué secreto le ocultaba. HyunJin se volvió a su madre, mientras el médico detenía sus acciones ante la entrada de la mujer—. Es normal que quiera estar aquí llenando el cuarto de sus feromonas, después de todo, estarán tocando el vientre de su Omega y es una zona sensible para... la pareja por igual. 

—HyunJin, ve afuera, ¿sí? —murmuró su madre, apretando su mano.

—Estoy bien aquí —susurró, desviando sus ojos al vientre plano de JeongIn, cuando este alzó la remera. Las diferentes tonalidad oscuras sobre la piel blanca le revolvieron el estómago. Su ceño se frunció, recordando el tenue llamado que brotaba de aquella delgada garganta. En lo que vio a través del orificio del picaporte, mientras le cubría la boca para que no dijera nada más.

Los ojos de HyunJin destellaron débilmente cuando el médico apenas toqueteó la zona con sus dedos. Inclinado, con la mirada atenta de JeongIn sobre él. La diferencia de tamaños impulsó una extraña sensación dentro suyo, un recuerdo ruin, desagradable. Una imagen de aquel Omega llamando a alguien más. Sus ojos se dilataron, lento, mientras sentía que el aire se volvía pesado, rojito. ¿Qué hubiese pasado si no perseguía a JeongIn cuando lo sintió dejar la cama? Cuando lo escuchó gemir dolorosamente, llorar. Si no estaba Christopher para cubrirlo de sus feromonas, para tapar todo rastro de él. ¿Hubiera podido protegerlo? ¿Hubiera respondido JeongIn a su llamado? Su ceño se frunció, sintiendo los labios secos, el dolor en el pecho.

Lo miró nuevamente. JeongIn señalaba con sus dedos las zonas donde recibió golpes. Se quedaba quieto, callado. Sus ojos negros se desviaban al rostro del médico y nuevamente volvían a él. Nadie le había dicho nada, ni siquiera sus amigos. No parecía recordar siquiera que la noche anterior se levantó de la cama y de pie frente a la ventana empezó a emitir los mismos sonidos de siempre. El mismo llamado que inició el día que un tal Min YoonGi le cubrió el vientre de hematomas. Lejano, ausente. Mientras el viento parecía responder con un grueso silbido.

—¿Qué pasa, cachorro? —preguntó su madre, mientras dejaba a un lado la documentación de JeongIn. HyunJin bajó la mirada a los papeles. Lo había memorizado por completo, desde el día que JeongIn se rompió el brazo a los cinco años hasta los últimos chequeos sobre su segundo género—. ¿HyunJin?

—¿Puedo hablar contigo? —preguntó bajito. Ella lo miró, callada por unos segundos. Rápidamente le dijo a su compañero que se tomaría unos minutos y rápidamente salieron de allí. HyunJin sintió la mano cálida de su madre tomar su brazo. Y de repente sus feromonas a flores rodearon su breve encuentro en los pasillos. Ella se detuvo, buscando su mirada.

HADO • HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora