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🥨

Francia, París, 8:33am


Comienza mi aventura.

El olor a dulce inunda mi nariz en un exquisito manjar y recuerdo que llevo horas sin comer nada desde que he bajado del avión. Saco el móvil cuando veo que sigue sonando y sin sorprenderme, mensajes de mamá abruman la pantalla.

Leo el ultimo:

Mamá: Peach por favor, tomate eso... Llámame y háblame cuando llegues. Por cierto, ¿Dónde estás? No sé nada.

Empiezo a teclear con una simple respuesta:

Yo: Mamá, tranquila. Solo quiero vivir mi vida. Te quiero <3 

Guardo el teléfono con la esperanza de que no vuelva a recibir mensajes. Ya habíamos hablado de esto hace un mes, antes de llegar aquí. Si no fuera porque Charlotte diera la idea del medicamento, no estaría ahora aquí. Odio que me traten como una figurita de cristal que en cualquier momento puede romperse. Un mes desde que le prometí que seguiría tomándolo y de que el doctor me diera la medicina. Había aceptado porque no quería hacer sufrir a mamá. Coloco el asa de la bolsa de viaje en el hombro y cuando oigo mis tripas rugir, siento que tengo que buscar un puesto o alguna cafetería en cuanto antes.

París era impresionante.

Mucho más de lo que lo pintan en las películas románticas que Charlotte y yo hemos visto alguna vez para distraerme.

Los Parisinos caminan de un lado a otro, algunos hablando por teléfono en ese idioma que apenas entiendo. Lo único que sé decir es "hola" y unos pocos saludos más. A decir verdad, ni siquiera sé porque escogí este destino para empezar mi aventura. Tal vez porque era una ciudad que siempre he soñado con descubrir y con vivir algún día en ella cuando fuese más mayor. Pero ahora mismo, solo quería alejarme de mi ciudad y no permanecer más tiempo encerrada viendo a todos haciendo sus vidas como mortales normales. Además, estoy mejor. Yo no era ni soy una muñequita enferma.

Aquí podría ser libre como tantas veces había soñado.

Me paro. Saco la lista con todos los propósitos que querría cumplir y la leo una vez más desde que estuve en el avión. Me paro en el último punto: hacer el amor en la ciudad más romántica.

Una risita nerviosa me asoma de la garganta al recordar que solo escribí eso porque quería que fuese más larga la lista. Vuelvo a guardar el papel en el bolsillo y sigo caminando. Hasta que al fin doy con un puesto de comida. O mejor dicho, de pretzel. Nunca había probado uno de esos, pero tenía mucha hambre y no perdía nada por probar cosas nuevas.

Me acerco, el hombre sonriente al otro lado del carrito me pregunta por lo que quiero.

—Dame... —arrugo los labios pensativa —...Uno de esos.

Este asiente con la misma sonrisa y me sirve el pretzel de tamaño grande envuelto en una servilleta. Siento que alguien se pone detrás de mí a la cola. Saco el monedero, me fijo en que apenas tengo mucho dinero y con manos temblorosas le tiendo lo que cuesta el dulce. Si el puesto tuviera para tarjeta, habría pagado con esta misma.

Justo cuando voy a coger mi comida, una mano por algún lado aparece en mi campo de visión arrebatándome el pretzel y cuando caigo en la cuenta de que es el mismo que se ha puesto detrás de mí, me quedo estupefacta.

No me da tiempo a verle la cara cuando sale corriendo en dirección a la torre Eiffel. Sin embargo, este no me conoce lo suficiente y sin tardar, salgo corriendo detrás de él junto a la maleta a rastras. A la carrera, casi me llevo varias personas de por medio, pero no me rindo. Ni siquiera cuando veo que me empieza a faltar el aire. Puedo ver como a lo lejos salta encima de un banco y solo se da la vuelta un par de segundos para mirarme y luego continua.

Todo París |PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora