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Dedicado rosarubi_

🥨


Saludo al recepcionista del hostal con una sonrisa.

Subo las escaleras hasta mi habitación. Por suerte el hostal que cogí solo era de dos plantas, pero muy elegante y lujoso. Era de estilo nórdico. Tonos marrones estilo madera y blancos. Entro en mi habitación dispuesta a darme una ducha pues estoy segura de que ahora apestaba a sudor. Había madrugado para salir a correr por la ciudad del amor.

¿Y para que mentirnos? También me entró la curiosidad de volverlo a ver.

A Jack.

Remuevo los pensamientos y camino hacia el centro de la habitación. No era muy grande pero tampoco pequeña. Una cama individual en el centro es lo primero que se ve al entrar. Camino hasta el pequeño armario que por dentro no es tan pequeño y lo abro para sacar ropa limpia. Una camiseta de los Ramones de mi hermana que a mí me queda de vestido es la elección perfecta. Antes de ir al cuarto de baño, algo que he aprendido de París, es que el retrete está separado del lavabo y la ducha, voy hacia la terraza y la abro para que entre el aire fresco de la mañana.

Es una ventana pequeña pero incluso cabía una mesa para desayunar ahí fuera.

En ese momento, mi teléfono suena y cuando vuelvo a entrar a la habitación casi tropiezo con el bordillo de la ventana. Dejo las prendas encima de la cama y voy hacia el escritorio que uso de tocador para coger el móvil. Ni siquiera miro quien me llama cuando escucho la voz chillona de Charlotte al otro lado:

—¡PECOSAAA!

Si, mi hermana me puso ese apodo desde el primer minuto que me empezaron a salir las primeras pecas.

—Tú también tienes pecas.

—Ya, pero yo soy la mayor.

—Cuatro años mayor, menuda diferencia —bromeo.

Todavía recuerdo cual fue mi primera palabra. Mamá me contó que lo primero que dije al empezar a hablar fue "Mana", que sería "hermana" pero sin las primeras letras. Charlotte siempre ha sido como una segunda madre para mí cuando esta estaba trabajando después de que nuestro padre se largara. No recuerdo mucho de mi padre, aunque tenía seis años cuando se fue, pero lo que sí sé es que mis padres peleaban mucho. Mi padre nunca fue buena persona. O bueno, cuando nací yo. Mi madre y Charlotte no saben que lo sé, pero recuerdo que con cinco años escuché como mi padre empezó a gritar que yo había sido un error y que no tendría que haber nacido; que él no quería tener más hijos después de la mayor. Ni siquiera quería tener a Charlotte, pero ella fue normal al nacer sin ninguna rareza.

Yo era la rara.

Por lo menos es lo que me dijo la misma noche que se marchó: Charlotte estaba durmiendo a mi lado, protegiéndome, pero yo no podía dormir por los gritos que empecé a escuchar en la planta de abajo. Sin despertar a mi hermana, fui con cuidado de no hacer ruido, y me asomé a los barrotes de la escalera contemplando la escena. Mi padre le gritaba a mi madre, le confesaba con suficiencia en la voz que la había estado engañando y ella no veía nada porque era una ciega estúpida del amor. Y luego lo que me hizo correr llorando a Charlotte: le gritó que no me quería, que nunca me quiso y que no se iba a hacer cargo de una niña enferma. Y se largó dando un portazo.

—Lo que digas, pero sigo siendo la mayor —la voz de Charlotte me recompone. Me limpio una lagrima que se deslizaba por la mejilla y sigo escuchándola —¿Qué tal París?

Todo París |PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora