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🌙


Bastaba con una mirada para volverme loca.

Esos ojos azules, ese cabello rubio y esas manos grandes tocándola. Leonardo DiCaprio era todo lo que estaba bien en esta vida y Titanic siempre iba a ser mi película favorita de él. Pongo en pausa la película en la escena del retrato a Rose justo cuando llaman a mi puerta de habitación. Al abrir, me sorprende la persona tras la puerta. Durante unos minutos no me muevo pensando que estoy alucinando al verla aquí, en París.

Pero cuando por fin rompe el silencio, me doy cuenta de que es real: 

—¿No vas a abrazar a tu hermana?

Charlotte está aquí. En París. Conmigo. Pego tal chillido que es probable que la gente de las otras habitaciones me hayan escuchado. La abrazo a más no poder como cuando era pequeña y no me separaba de ella. También salto sobre ella rodeándola con las piernas. Mi hermana entra conmigo en brazos mientras va carcajeándose por mi reacción. Cierra la puerta con el pie como yo se lo permito. Se dirige hacia el centro de la estancia donde ya por fin, me bajo para dejarla respirar.

Charlotte era tres centímetros más alta que yo, media un metro setenta.

Analizo a mi hermana aun con la sensación de que es un sueño y en cualquier momento iba a despertarme. Pero no. No lo es. Llevaba dos trenzas estilo boxeadoras. Portaba un top negro de hombros descubiertos ribete a juego de unos vaqueros ajustados azul marino. Las converses que muchas veces yo misma le robaba porque tenemos la misma talla.

—Este es el hotel del que tanto hablas, ¿eh? —mi hermana se sienta en la cama que está desecha porque he permanecido ahí durante una hora o así desde que he llegado de desayunar. Jack tenía clase en la escuela de arte y no habíamos ido a ningún lado y yo había aprovechado a ver una maratón de pelis románticas. Charlotte se da cuenta de mi portátil y sonríe cuando mira en la pantalla —: Sigo sin saber cómo te gusta esa peli, Pecosa. Encima son cuatro horas... ¡¿CUATRO?!

Me rio.

"Pecosa es tuyo y de ella" "No soy nadie para quitarte eso con tu hermana"

Las palabras que Jack me dijo la primera vez que me llamó por el apodo de pecosa y le conté que era de mi hermana, vuelven a mi memoria. A decir verdad me gustó aquello y no pienso reconocerlo delante de él. Me gustó el hecho de que no me llamara pecosa sabiendo que era importante por mi hermana. Me gustó que no quisiera emplearlo porque era de nosotras solamente. Remuevo los pensamientos volviendo la mirada a mi hermana. Cuando me siento a su lado después de cerrar la película y la tapa del portátil, le digo entre risas:

—Ya, es que a ti te van las de Chris Evans. Lo olvidaba.

—No te metas con tu futuro cuñado, pecosa.

—Ya, como si el supiera que existe —me meto con ella conociendo sus puntos débiles.

Me golpea en el brazo con fuerza y yo me acaricio esa zona.

—Algún día, cuando Chris se planté en casa y me pida matrimonio, no te invitaré a la boda. Y además, te restregaré el anillo en la cara.

—¡No vale!

—Punto para Charlotte.

—No es justo, siempre ganas —hago un mohín de niña pequeña cruzándome de brazos.

—Soy la mayor, te lo dije.

Acabamos riéndonos y haciendo el tonto como en casa. Minutos después, nos encontramos sentadas en el balcón hablando de todo un poco mientras contemplamos la ciudad. Lo que más me encantaba de mi habitación de hotel, era que tenía la Torre Eiffel enfrente, a lo lejos y cuando se encendía, era un momento mágico. Charlotte me cuenta cosas de Texas y que mamá en cualquier momento se volverá loca por no tenerme cerca como siempre, pero que ella intenta calmarla cada que puede.

Todo París |PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora