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🥨


—Señorita, un chico está esperándole en la entrada —el recepcionista me habla con ese acento francés tan natural de ellos.

Asiento, confundida.

¿Chico? ¿De qué chico habla? Cuando camino hacia la puerta giratoria me quedo estática en el sitio. Jack mira su teléfono al otro lado de la puerta, en la calle. Desde ayer por la tarde cuando me hizo de guía turística después de que me comprara aquel ramo de lavandas, me acompaño al hostal porque se ofreció. Por eso no me extraña que se haya acordado de que me alojo aquí. Lo que si me sorprende es que haya cumplido su palabra de ser un verdadero guía y se haya presentado aquí a las... miro mi móvil... ¡Las nueve de la mañana!

No voy a mentir si dijera que no lo pase bien ayer con él, porque la verdad es que sí. Aunque no pudo enseñarme mucho pues se hizo muy tarde enseguida, me hizo un pequeño tour por algunos rincones de la ciudad.

Debería salir y que sea consciente de mi presencia. Sin embargo me quedo un rato más allí, observándole desde lejos. Los pantalones rotos por las rodillas a juego de una camiseta blanca que le sienta de maravilla le dan ese toque de malote y también ayuda que lleva el pelo rubio despeinado. Como si sintiera que alguien le estaba observando, levanta la mirada de su teléfono y mira a todos lados. En cuanto nuestras miradas se encuentran por el cristal, bajo la cabeza rápidamente al suelo y decido salir. A pesar de que estamos terminando mayo es como si estuviésemos ya en junio, pues ahora mismo me estaba asando de calor.

Este me saluda con esa misma sonrisa seductora que vi ayer:

—Al fin sales, melocotón.

—¿Qué haces aquí?

—Un "buenos días" no estaría de más —bromea.

—Buenos días —digo fingiendo cansancio.

—Me ofrecí a ser tu guía y eso estoy haciendo. Este es tu tercer día aquí así que tengo el lugar perfecto para empezar con el tour.

—Eres raro, ¿lo sabes?

—Soy muchas cosas, melocotón, pero nunca me han llamado raro.

—Pues lo eres —empiezo a enumerar por qué lo es —Solo nos conocemos de tres días, me has regalado un ramo de lavandas y te has ofrecido a hacerme de guía. ¿Se puede saber por qué?

—¿Por qué no?

—Es de estar loca por seguir a un extraño.

—No somos extraños, melocotón. ¿Te repito mi nombre? Soy Jack. Ahora venga, nuestra visita nos espera. Por cierto, ¿tienes hambre? ¿Has desayunado?

Digo que si con la cabeza. Para ser sincera, no querría que me viera tomándome la medicación y que empezara a preguntarme porque tomaba ese batido. Simplemente no podía contarle lo que me pasaba porque, a quien quiero engañar, me caía bien Jack a pesar de ser un prepotente y un chulito. Cosa que me odiaba a mí misma porque cuando hice este viaje era porque quería ser libre, no encariñarme a nadie.

El destino es un cabrón que te junta con personas sin avisar.

Vuelve a cogerme la mano y yo vuelvo a sentir los mismos cosquilleas que ayer pero los deshago de mi mente. Tira de mi haciendo que tenga que correr a su paso hasta llegar al semáforo. Miro la tienda de flores que yace cerrada a estas horas. Una sonrisa pequeña me asoma de medio labio recordando mi ramo. Nada más llegar a mi habitación lo puse a remojo en un jarrón que pedí al servicio de habitaciones y una de las flores la usé de marcapáginas porque me parecía demasiado aesthetic y hacía que oliera bien luego mi libro.

Todo París |PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora