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"En el taller del corazón, uno puede convertirse en el artesano que talla senderos intrincados, guiando a otro hacia la exploración de las emociones humanas."
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El sol comenzaba a asomarse en el horizonte mientras Satoru caminaba por la calle, dirigiéndose a la academia. Su mochila colgaba ligeramente de su hombro, y el aire fresco de la mañana lo envolvía en un abrazo reconfortante.
A lo lejos, Satoru divisó una cabellera rubia que reconoció al instante. Sin perder un segundo, comenzó a correr, acercándose sigilosamente por detrás, anunciando su presencia con el sonido de sus pasos. En ese momento, eran los únicos seres vivos en ese rincón del mundo.
El rubio de mechas azules giró ligeramente la cabeza, percibiendo la presencia del albino detrás de él. Con una pequeña sonrisa, decidió saludarlo.
—Buen Día, Satoru —habló con animación mientras sus ojos se encontraban.
—Buen Día, Masahiko —respondió Satoru, la felicidad de volver a estar cerca de él se reflejaba en su sonrisa, iluminando su rostro.
—Venga, vamos antes de que se nos haga tarde —dijo Masahiko, tomando la mano del albino con un gesto suave pero decidido. Comenzaron a caminar tomados de las manos, un gesto que provocó un ligero sonrojo en Satoru.
Satoru se acercó aún más a Masahiko, permitiendo que sus hombros se rozaran de manera casual, enviando un escalofrío de emoción por la espalda de ambos. Sus miradas se encontraron, y una sonrisa tímida se dibujó en los labios de Satoru, mientras que Masahiko le observaba con un pequeño rubor en sus mejillas.
—Uuh... creo que olvidé algo —mencionó Satoru de repente, sumido en sus pensamientos mientras intentaba recordar si había dejado algo importante atrás, pero su mente no lograba identificar nada concreto.
