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❝-Un verdadero amigo es aquel que, sin importar las circunstancias, siempre está dispuesto a tenderte una mano y ayudarte a levantarte cuando más lo necesitas.❞
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El día comenzó como cualquier otro. A las 7 de la mañana en punto, un joven de cabello negro ya estaba despierto, empezando su rutina para preparar el desayuno de las niñas.
El sonido de los platos chocando entre sí y el ruido de la licuadora trabajando finalmente despertaron al de cabello rubio, quien se levantó con un gran suspiro de donde dormía, dirigiéndose a la cocina donde el pelinegro estaba ocupado.
—Vaya, eres todo un padre de casa —dijo el mayor, asustando al pelinegro y haciéndolo dar un leve brinco.
—¿Qué haces despierto tan temprano? A ti te encanta dormir —respondió el pelinegro.
—Aún lo amo, pero ya no puedo. También cuido dos niños —dijo mientras tomaba asiento en la mesita que había.
—Tres con Satoru.
—Bueno, ese no es el punto —cambió el tema.
—Entonces, ¿de qué querías hablar? —preguntó el pelinegro mientras preparaba el almuerzo de sus niñas.
—Bueno, Suguro, a mí no me engañas. Extrañas a mi cuchurrumi, ¿no es cierto?
—¿A qué viene esta conversación? —preguntó Suguro mientras lo miraba por encima del hombro.
—Verás, sé que él también te extraña. Es comprensible, eres su mejor amigo. Tú has estado demasiado tiempo brindándole tu compañía. Sin ti, sé que a veces se siente solo cuando no estamos los niños y yo en casa —le explicó.
—¿Y eso a mí qué? Yo estoy ocupado con mis propias cosas.
—Lo extrañas, ¿verdad?
—Aunque vuelva, nada cambiará. Siguen buscándome y, cuando me encuentren, ¿crees que no dudarán en tratar de matarme? —dijo Suguro, dejando de lado lo que estaba haciendo.
