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El día siguiente a la fiesta fui interceptada por mis hermanas, sin poder evitarlo ellas empezaron a hacerme un interrogatorio exhaustivo sobre la fiesta, quienes estaban allí, si había algún chico guapo, si había conocido a alguien... Omití mi encuentro con Cassian y lo amable que había sido tanto en la fiesta como después de esta ofreciéndose a llevarme a casa, les conté vagamente lo que fue la fiesta, como la gente bailaba y se divertía y la entrada triunfal de los tres machos esculpidos por el mismísimo caldero, ante esta historia empezaron a gritar casi como fangirls, y no era para menos, Cassian, Rhysand y Azriel eran un sueño hecho realidad y nisiquiera mis hermanas eran capaces de resistirse a los claros encantos de los tres chicos. 

Desayunábamos mientras ellas continuaban hablando sobre lo apuestos que eran los miembros del consejo de la corte noche y yo escuchaba aburrida las historias de batallas que rumoreaban por la ciudad, donde salían victoriosos a pesar de las adversidades. 

Dejé la cuchara sobre mi cuenco de cereales, cansada de seguir escuchándolas hablar, sobre todo en el momento en el que empezaron a hablar de Azriel, si ellas supiesen como era él en realidad no estarían prácticamente babeándome sobre la comida para que les diera más detalles del chico silencioso que era un misterio para toda la ciudad, un misterio que sin duda todas querían resolver. 

Me levanté y salí de mi casa resoplando con un libro en la mano, dispuesta a huir de todo lo que ellas dijeran sobre aquel chico que la noche anterior me había tratado como si no existiese y fuera solo una molestia que estaba entreteniendo a su amigo. 

Caminé por una de las estrechas calles de Velaris, un callejón perpendicular a una de las calles principales que daban a las parcelas de los más poderosos de las tierras, siguiendo mi sendero llegué a una pequeña colina vestida toda de césped y flores, ahí, sola, pude respirar tranquilamente, me senté dispuesta a leer tranquilamente, alejada de todo el ruido que ya empezaba a despertar en la ciudad, lejos de mis hermanas y de todo aquel que pudiera eliminar la paz que necesitaba sentir ahora después de la fiesta de ayer, por la cual me había despertado de mal humor y con un punzante dolor instaurado en las sienes que parecía no querer desaparecer a pesar de la cafeína que había tomado. 

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 Algunas horas después el sonido de el viento siendo cortado por muchas alas hizo que despegase mi vista del libro y mirara hacia arriba, un ejercito de unos 20 Ilyrianos volaba por encima de las calles de Velaris, rumbo a una de las montañas más altas que había en la ciudad, donde solo había edificada una casa a la que nadie accedía ya que a pie eran casi una hora subiendo peldaños en una empinada escalera. 

Fruncí el ceño confundida, ya que no era habitual ver a tantos guerreros sobre las calles de la ciudad ¿Para qué venían todas esas personas? ¿Qué era tan importante que lord Rhysand tenía que decir para llamar a Cassian en medio de una fiesta? 

Sentía como de un momento a otro mi cabeza iba a explotar, no solo por la resaca sino por las preguntas, el miedo se apoderó durante un instante de mi, temiéndome que fueran malas noticias que tantos ilyrios estuvieran en nuestras tierras. 

Tenía que ignorar todas aquellas incógnitas que revoloteaban como mosquitos por mi mente en busca de respuestas. Volví la vista hacia mi libro para ver si conseguía concentrarme en ello y dejar de pensar en la razón de por qué esos dos sucesos ocurrían en menos de 24 horas y qué los relacionaba. 

Quince minutos después cerré mi libro frustrada, no había conseguido avanzar ni siquiera una página, que releía y releía intentando concentrarme en la trama. Gruñí frustrada y me levanté dispuesta a volver a mi casa, eché un vistazo a la casa encima de la montaña, planteándome por un momento subir a ella, rechacé esa idea y caminé rumbo a mi casa. 

PersiguiéndoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora