Capítulo 28.

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Montecarlo, Mónaco.

El anillo brilló en la mano ajena, y fue imposible no dirigir su mirada hacia ella. Desde que la conoció, no la vio sin la sortija de compromiso, había notado que, cuando estaba nerviosa jugaba con el y lo miraba por horas.

Como ahora.

Nicolás había notado que su pareja era algo ansiosa, no dejaba de repasar el circuito y veía las carreras anteriores, como si nunca hubiera participado en esta.

La observó desde la lejanía, Mariana hablaba con su asistente e intentaba fingir que no le molestaba la cercanía que mantenían.

- Mónaco es muy importante para ella, es como si estuviera por correr en Argentina, es lo más cercano que tiene- explicó Charles al notar la mirada preocupada de su cuñado.

- Me preocupa que se exija demasiado, ve las repeticiones como si fuera la primera vez que corriera- respondió sin dirigir su mirada hacia él.

- Así fue siempre, Mariana nunca pudo dejar ese hábito de prepararse, aún cuando ya ha ganado varios veces, ni cuando Jules intento hacerla recapacitar.

- Ella me habla poco de Jules, solo lo nombra en algunas ocasiones- murmuró.

Charles lo observó con una pequeña sonrisa. Su hermana en sí, no lo nombraba con mucha frecuencia, solo cuando recordaban algún momento en su vida pero nada más.

- Dale tiempo, le cuesta hablar de Jules con alguien que no seamos nosotros, se que eres su pareja pero es algo nuevo en su vida.

Nicolás se quedó en silencio pensando, aún no se animaba a hablar con Mariana sobre su relación con el francés, como tampoco se animaba a tocar el tema sobre su madre biológica.

Había muchas cosas que no lograron hablar, pero no era porque no confiaban en el otro, Nicolás temía incomodar a la chica y descubrió que, Mariana le costaba mucho hablar sobre esos temas, no quería presionarla a hacerlo.

Él esperaría el tiempo que fuera para que Mariana le hablará sobre su pasado.

- Es bueno hablar contigo, me caes bien- bromeó un poco, haciendo reír a su cuñado.

Ahora entendía cuando Carrizo decía que sus hermanos eran los mejores.

- A nosotros también, papá está feliz que haya encontrado a alguien como tú.

- Le dices papá- soltó sin pensarlo mucho, al darse cuenta intento disculparse pero fue en vano-. Perdón, no quería molestarte.

- Esta bien, no eres la primera persona que lo dice- respondió, decidió sentarse a su lado para charlar mejor mientras Mariana se desocupe.

Los dos observaron como los menores corrían por el jardín, mientras jugaban con Arthur y las risas hacían eco por el lugar.

- Mamá conoció a Ernesto después de separarse de mi papá, coincidieron en una carrera y desde entonces han estado juntos- relató, recordando con nostalgia aquellos días-. Cuando murió mi papá, él nos prometió que nos cuidaría y que nada nos haría falta.

Nicolás sonrió, después de todo, parecían una familia feliz. Dirigió su mirada hacia su novia, encontrándose con la sonrisa más bonita que pudo ver, contuvo su suspiró y siguió hablando con Leclerc.

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Abrió sus ojos con pereza, encontrándose con el lado perteneciente de su pareja, vacío. Miró con confusión a su alrededor, confundido al no encontrar a la mujer.

Miró la hora en su celular, notando que a penas eran la cinco de la mañana. Decidió levantarse para buscar a Mariana, tomó su bóxer del suelo y con lentitud se vistió, para luego salir de su habitación.

Bajo hacia la sala con la esperanza de encontrarla ahí pero nada, caminó hacia la cocina y soltó un suspiró de alivio al verla sentada mientras tomaba, al parecer, un poco de té.

Nicolás evitó preocuparse pero fue imposible, antes de dormir, había notado un poco extraña al igual que su suegro, lo ignoró al principio, creyendo que estaba exagerando un poco. La familia Leclerc parecía que no había notado esa actitud impropio de los argentinos, hasta parecían acostumbrados.

Su mente no paraba de trabajar sentía que se había olvidado de algo importante, quizás una fecha o aniversario pero nada se le venía a la mente.

-¿Qué haces despierto a esta hora?.

Dio un pequeño salto en su lugar, asustado por la repentina voz de su pareja, miró medio espantado al piloto y notó que traía su remera puesta, logrando que sonría un poco.

-¿Vos qué haces despierta a esta hora? Son la cinco de la mañana, morocha- replicó acercándose y sentándose a su lado.

Mariana lo miró con ojos cristalizado, casi al borde del llanto, logrando que Nicolás se preocupe el triple que antes. El defensor abrazó a su pareja al notar que las lágrimas abandonaban sus ojos.

Carrizo se acurrucó contra el pecho del hombre, y soltó todo lo que tenía atascado desde la mañana.

- Tenía dieciséis cuando mi mamá se fue de casa, nunca supe el porqué ni mucho menos dejó una explicación para su huida. Sólo se fue, como si nosotros nunca le hubiéramos importado.

Otamendi solo pudo abrazarla con más fuerza, en un intento de consolarla y experimentando el sentimiento de tristeza al escucharla.

- Nunca le agrado que hiciera karting, me decía que era un deporte de hombres y no de mujeres- relató sin emoción en su voz, se seco las pocas lágrimas que quedaron en su rostro-. Cuando me acompañaba a las carreras y papá no podía, ella simplemente se iba, dejándome sola y me amenazaba si llegaba a decir que me quedaba sola. La familia de Sebastian solía hacerme el aguante, y cada vez que me veían sentada en la entrada, sabían que, nuevamente, mi mamá se había ido sin mí.

-¿Nunca supiste algo más de ella?.

- Cuando logre tener un poco más de dinero, contrate un detective privado para saber de ella. Luego de unos años di con ella; vive en Italia, en un pueblo casi olvidado, además de que, bueno, tengo dos hermanos menores.

Mariana nunca tuvo el valor de presentarse en su casa, quería conocer a sus hermanos y buscar una explicación de porqué se fue sin siquiera pensar en cómo ella se sentiría.

- Hoy es su cumpleaños, y no sé, a pesar de los años me sigue afectando.

- Está bien que duela, no es algo que se supera tan fácil.

- Me arrepiento tanto de haberme esforzado tanto para hacerla sentir orgullosa.

Toda su niñez vivió lograr sentir orgullosa a esa mujer, pero nunca lo logró, hiciera lo que hiciera. No podría contar con los dedos de la mano, los podios que ganó ni los reconocimientos que obtuvo y aún así, nada podría mantenerla feliz.

Y cuando la encontró con su nueva familia, se derrumbó al saber que ella acompañaba a sus medios hermanos en todo lo que hacían, los presumía orgullosa y no los dejaba de lado.

Entonces su conclusión fue que, nunca la quiso y quizás, estaba mejor así, después de todo, tenía a su padre y nunca la necesitó en su vida.

























Si tiene una falta de ortografía, de antemano le pido una disculpa.
Por otro lado, perdón por haberme desaparecido pero estuve ocupada con el instituto.
Espero que disfrute el capítulo y sea de su agrado.

HUMAN| Nicolás Otamendi|.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora