6. CULPABLE

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Pero no fue la única vez que su sola presencia la dejó erizada por el primitivo deseo que le despertaba.

La veía de lejos cada vez que se presentaba en el hospital y se mordía los labios recorriéndola. Sandra sentía que iba a estallar. No quería una aventura.

Nunca fue ésa clase de chicas que se dejaban envolver por la cotidianidad con los médicos y enfermeros como veía constantemente alrededor.

Era cierto que la joven enfermera se ponía nerviosa a causa de ese hombre que le daba escalofríos muy íntimos, pero quería ser lo más profesional y formal posible.

Un día se encontraron en la habitación de un enfermo y él cerró la puerta. Sandra estaba agachada cuando vio los zapatos que tan bien conocía. De pronto se incorporó y caminó para salir de allí.

—Sandra, espera —la tomó del brazo.

—¡Déjeme en paz, usted...! ¡No me toque!

—No lo haré, pero deja de escapar de mí —dijo siguiéndola cuando salió con prisa.

—No me gusta que me mire como lo hace.

—¿Ah no? Entonces, ¿cómo quieres que lo haga?

—Solo ignóreme, haga de cuenta que soy como Linda.

—No creo poder hacer eso —la atrapó contra la pared. La chica se sintió tan vulnerable por la tensión sexual que le despertaba con solo tenerlo cerca.

—Por favor, Adam —le pidió suplicante.

—Qué hermosa te ves pidiéndomelo así —la miró fijamente, su voz delataba la gran necesidad que tenía de ella—. Simplemente no puedo estar lejos de ti, compréndeme —le acarició una mejilla y ella cerró los ojos, dejando escapar un sutil jadeo.

—¿Qué pretende? Dígame la verdad. ¿Quiere hacerme daño? —inquirió viéndolo fruncir el ceño—. ¿Eso desea?

—Si, pero de una manera que sufras de ganas de tenerme, y que luego la disfrutes —le rozó la frente con los labios, luego bajó a la nariz y ahí se quedó apoyando su frente en la de la enfermera.

—No quiero arriesgarme. No me gustan las aventuras pasajeras donde solo usted saldrá ganando.

Adam se puso serio cuando ella lo apartócuando ella lo apartó.

—¿Me crees capaz de aprovecharme de ti? —preguntó mientras recorría su cuerpo pequeño metido en ese uniforme de pantalón y blusa blancos.

—S...si... —susurró, ladeando el rostro.

El hombre dio un paso hacia ella y le tomó la barbilla para obligarla a mirarlo.

—¿Entonces mi juego de seducción ha sido inútil? —murmuró viendo su expresión de angustia—. ¿Te gustaría que en mi lugar estuviera Steve, verdad?

—¡No! —respondió de prisa, traicionada por el subconsciente—. Acabo de conocerlos a ambos y no creo en la atracción o el amor a primera vista.

—¿No? —inquirió, acercando su cuerpo de manera tan tentadora que la enfermera apretó los puños sobre su pecho.

—No —respondió, negándose a ceder a un deseo pasajero.

El médico se alejó completamente al saber que por mas que lo deseara no iba a dejarse llevar... al menos no con él.

—Siendo así, no perderé mi tiempo incomodándote más —aseguró, causándole aún más angustia pues su cuerpo estaba lleno de ganas, entre la dolorosa lucha contra la ética que ella misma se impuso y sus ganas de ser tomada por ese hombre impudico—. Y por tu bien espero que no pongas tus ojos en Steve.

ENEMIGO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora