21. EL ENGAÑO

229 49 8
                                    

—¿De qué noche hablas Linda?—preguntó Steve.

—Ya lo dije mi amor, cuando nos fuimos a Arizona por una semana.

—Lin no digas tonterías —le advirtió Adam.

—Ya te dije que me duele y me cansa oír a Sandra sufriendo por los rincones —dijo escurriendo veneno—. Ahora que seré mamá entiendo lo difícil que debió ser.

—Será mejor que te calles —advirtió Adam levantándose de la silla para verse más amenazante.

—¡Por Dios dejen de hablar en clave! —exclamó Steve, mirando a su mujer y a su hermano al mismo tiempo.

—Linda fue la primera vez en darse cuenta de mi embarazo —dijo Sandra.

—¿Embarazo? —repitió su esposo—. ¿De qué embarazo hablas?

—El que tengo desde hace tres meses —declaró Sandra afectada.

—¿Esperas un hijo mío? —inquirió Steve con la mandíbula caída.

—Si... —murmuró y Adam se dejó caer a su lado.

—¡No es así! —interrumpió Linda con determinación—. No es tuyo, mi amor.

—¡Claro que es suyo! —afirmó Sandra, poniéndose de pie para atravesar con su cuerpo la mitad de la mesa.

—¿Recuerdas lo que hablamos hace unas horas de que nunca la tocaste?

—¡Steve si me tocó y fue precisamente esa semana que viajó a Arizona. Él regresó dos días antes y me esperó a la salida del hospital!

—Steve regresó justo una semana después y yo lo sé porque nos fuimos juntos y regresamos igual —dijo Linda—. Ya te lo dije, no es una mentira.

—Par de... — Sandra no halló las palabras para decir lo asqueada que se sentía por haberse acostado con ese hombre frente a ella.

—Y no solo eso, queridita. Aun cuando estábamos separados no había un solo momento en que no pasáramos por un rato de placer, ya después se iba contigo a tratar de llevarse bien.

—¡Steve! —exclamó Sandra golpeando la mesa.

Adam la jaló de las caderas para que se sentara nuevamente.

—Tranquila, cielo, recuerda el embarazo —dijo preocupado.

—Y volviendo a tu fantástica noche de pasión —insistió Linda—. ¿Acaso no notaste la gran diferencia que existe entre Adam y su hermano?

Sandra arrugó la cara ante su insinuación.

—¡No estoy ciega como para no saber que Steve se acostó conmigo!

—Tonta, estabas cansada agotada.

—No la escuches, Sandra. Mejor salgamos de aquí —dijo el arqueólogo que seguía luchando por asimilar lo que estaba pasando, pero sobre todo temiendo lo que se iba a venir si Linda abría la boca.

—¡Vamos, Adam! Deja de atormentarla, es mejor que Sandrita sepa que te aprovechaste de ella haciéndote pasar por su hermano.

Las palabras de la doctora causaron un impacto tan fuerte que el silencio apareció de manera espeluznante.

Sandra frunció el ceño.

—Basta Linda, Adam tenía el cabello más largo y aún lo tiene más largo que Steve.

—Nada que un sutil trenzado no pueda disimular.

—No, lo único diferente fue que estaba peinado hacia atrás y... —miró a Adam—. Tú no habrías hecho tal cosa, lo sé.

ENEMIGO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora