26. RECONCILIACIÓN

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Las lágrimas acudieron a sus ojos, escapando por ellos como ríos y los sollozos agitaron su pecho. Se cubrió la boca con la mano y dio unos pasos hacia la cama. Siguió llorando un poco hasta que algo pasó.

—Hey —la voz masculina paralizó por completo su cuerpo—, si vas a la cama puedes llevarme contigo.

Sandra giró lentamente sobre los talones y vio a Adam recargado en la puerta, sonreía complacido.

—Pero, ¿qué haces? —inquirió confundida y él señaló la entrada.

—Solo le puse seguro a la puerta.

—¿¡Qué!? —lo miró enfadándose. Dio unos pasos hacia él y por un instante pensó golpearlo—. ¿¡Y ahora qué pretendes!? —lo miró rabiosa.

—¡Recuerda que me amas! —dijo Adam al verla apretando los puños.

—¿Cómo puedes burlarte de mí de esta manera? —le reprochó llorando.

La chica le dio la espalda yendo a recoger sus pertenencias, pues ni siquiera desempacó las cosas que llevó.

Adam fue hasta ella y la detuvo quitándole la pequeña maleta de las manos. La dejó caer a un lado y la abrazó.

—Mi amor, no hice más que pagarte con la misma moneda —empezó a decir haciendo que su llanto cesara por la confusión—. Siempre me acusaste de ser un depravado sexual cuando lo único que deseaba —rodeó su cintura— era amarte.

—¡Me llamaste ambiciosa! —sollozó empujándolo.

—Le dijiste a Leonard que no te impresionó saber mi verdadera posición económica —confesó que habló con él.

—No, no me interesa —musitó secándose las lágrimas que mojaban sus mejillas.

—¿Porque solo me quieres a mí? —inquirió hablándole con ternura, tomando su rostro entre las manos para besarle los labios.

Sandra asintió.

—Sí...

—Y ahora te hice sufrir en cinco minutos lo que yo pasé los últimos meses lejos de ti. Cuando supe que te ibas a casar con mi hermano... —su rostro se oscureció.

—Perdóname, fui muy egoísta —intentó abrazarlo con fuerza, pero no lo abarcó debido a la barriga.

Adam besó su frente, rodeando sus hombros.

—Te perdono porque te amo —murmuró, viéndola muy enamorado—. ¿Tú me perdonas no haber luchado por ti?

—Adam —dijo emocionada—. Estaba cegada por el miedo.

—Prométeme que te quedarás conmigo.

Sandra lo miró confundida

—¿Qué dices?

—Demuéstrame que en verdad confías en mí.

—Pero ¿quedarme contigo? ¿De qué hablas?

—Vive conmigo, duerme conmigo, despierta conmigo, ya sabes.

—¿Sin casarnos?

—No me lo has propuesto —señaló, alejándose para quitarse el saco.

—¡Adam, estás loco! —exclamó, viendo como se deshacía también de los zapatos. ¿Por qué se estaba desabrochando el cinturón?

—Tendré otra conferencia de siete a nueve, ese puede ser un buen momento —sonrió mostrando lo excitado que estaba.

—¡Oye, no soy una exhibicionista como tú! —le reclamó y él se acercó para sacarle el vestido por encima de la cabeza y dejarla solo en bragas.

—Lamento contradecirte, pero si lo eres —dijo elevando un dedo acusador. Luego envolvió sus pechos enormes con las manos.

—No —se quejó risueña sabiendo que su cuerpo de orca lo calentaba. Ahora estaba llorosa, pero feliz.

—Somos tal para cual —le besó los labios una y otra vez antes de robarle el aliento—, es hora de que lo aceptes —bajó a su cuello con besos y mordiscos excitantes.

Sandra lo miró fijamente antes de acariciar su sexo duro.

—Hablando de similitudes —lo besó en los labios— ¿podrías acompañarme a la cama? Hay algo que quiero mostrarte.

—¿Qué es? —preguntó, pensando en varias posiciones.

—Confía en mí.

Adam se dejó guiar tomado de la mano.

—Sandra —murmuró, llegando al borde de la cama.

—Quiero mostrarte las últimas ecografías de los bebés.

—Oh, que mal, pensé que me ibas a tumbar en el colchón y que me ibas a montar.

Sandra meneó la cabeza.

—He fantaseado con eso desde que venía en el camino, pero tal vez no es buena idea, estoy inmensa.

—Creí que me había ganado un premio por ser tan paciente. No quisiera que me acusaras de aprovecharme de ti si te lo pido.

—¿En serio? ¿Crees que si me subo encima de ti podré quitarte el recuerdo del témpano de hielo de aquella primera vez? —lo empujó de espaldas.

—Amor mío, después de aquel día en casa de Steve lo dudo mucho —comentó recorriéndola—. Eres inmensamente bella.

—Gracias por levantar mi amor propio. Así me quede sin fuerzas —dijo Sandra yendo a colocarse sobre él—, te voy a hacer el amor como lo he planeado.

Adam se rio complacido.

—Ah, lo planeaste —repitió ronco.

—Muchas veces durante el viaje y esta es la primera mejor posición para tener sexo en el embarazo y sobre todo debes saber que... —gimió cuando él se movió hasta meter su miembro entre sus piernas.

—¿Algo así?

—Sí... —dijo Sandra palpitando de deseo.

La boca de Adam busco la suya sin éxito. La barriga lo impedía.

—¿Te molesta mi barriga?

—No —contestó él, extendiendo sus manos para acariciarla al tiempo que ella se mecía.

—Mmm, solo tengo una duda.

—¿Cuál?

—Después de hacerme tuyo, ¿me propondrás matrimonio?

Sandra se rio con fuerza.

—No, mi vida, lo haré esta noche en tu conferencia.

—Perfecto —murmuró Adam complacido y volvió a acercarse sus labios para besarla.

Minutos después, el cuerpo masculino descansaba pegado en su espalda. Ella dormía sin saber que era observada.

Adam acarició su barriga y comenzó a pensar en la manera de terminar ese día de una forma que ella nunca olvidara que la amaba.

Sonrió al sentir a sus hijos moverse.

ENEMIGO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora