«La cara es el espejo de la mente, y los ojos sin hablar, confiesan los secretos del corazón »
— San Jerónimo.
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Julietta.
Aún recordaba el dolor del impacto de la bala y el líquido rojizo deslizarse por mi hombro debilitándome a cada segundo. Al igual que aquel gesto que hizo desaparecer el dolor hasta sanar por completo. Denrek nunca quiso darme respuestas, aunque tampoco había preguntado al respecto. Y, aunque parece algo irrelevante, no he podido dejar de pensar en ese detalle.
Pero solo podía observarlo mantener una respiración pacífica, como si estuviera descansando a lo usualmente acostumbrado. El cielo había oscurecido por completo, en la cueva solo se encontraba Harley. El resto permanecía afuera en sus refugios armables.
Cerca de la salida, estaba Joan recostado contra la rocosa pared y con un arma en manos mientras se había entregado al sueño. Era algo completamente normal el no poder resistir toda la noche, y en parte me hacía recordar a Marco después de un tiempo haciendo guardia nocturna.
Solo podía permanecer inerte entre la oscuridad, esperando algún indicio de su despertar.
Quizás me rehusaba a volver a cerrar los ojos, aunque la razón no era tan compleja, llegaba a ser un tanto inconforme. Podía sentir su presencia entre la oscuridad.
—No estoy de humor—musité intentando no despertar a Harley.
Era demasiado tener que recordar tantos engaños para evitar el peligro, esperar a que despertase y mantener el caos en mi mente; no pensaba dejar que usurpará mis sueños una vez más.
Insistía. Desconocía sus verdaderas intenciones con esos enredos mentales y era algo que intentaría averiguar cuando Denrek despertara.
—Adelaide.
Continuó resonando como eco, parecía un susurro proveniente de la propia oscuridad y solo erizaba mi piel. Realmente no era el mejor momento, aunque habíamos llegado a un acuerdo, era demasiado por soportar.
—Detente—exigí elevando la voz un poco más de lo planeado.
Observé a la muchacha, quién pareció ajeno a mi estrépita demanda.
La criatura pareció calmarse una vez aparecieron los pequeños destellos que otorgaron cierta tranquilidad, pero también incrementaron el inmenso cansancio.
Para cuando volví en mí, la oscuridad continuaba gobernando gran parte del cielo, pero habían indicios de un ocaso. Me sentí ingenua por haberme dejado vencer, aunque no se atrevió a usurpar mi mente.
Una alterada exhalación me hizo voltear, aquellos oculares azules habían vuelto a emerger en medio de la oscuridad. Había pensado mucho en lo que debía hacer si llegase a despertar en la noche y lo puse en práctica tapando su boca con mis manos y reteniéndolo contra el lecho para evitar que se levantase y cometiera un escándalo que nos pudiera poner en peligro.
—Denrek, todo está bien—le susurré observándolo directamente—. Salgamos.
Su mirada no se apartó de la mía en ningún momento, pude ver como trago antes de asentir a mi petición. Al asegurar su discreta reacción, me levanté de encima y liberé sus labios.
Ambos salimos con cautela del lugar y nos adentramos en el incipiente bosque en completo silencio, a una buena distancia de aquellas personas. Algunos insectos luminosos nos guiaron por mejor camino, hasta que decidí detenernos.