«Quizás primero debes conocer la oscuridad para poder apreciar la luz»
— Madeline L'Engle.
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Julietta.
Los misterios del mundo no dejaban de ser inimaginables, la velocidad en nuestros pasos parecía no ser suficiente como para dejar atrás a esas pequeñas criaturas que no había visto en lo que llevaba de vida. Cada vez aparecías más de la nada, y a diferencia de lo que sucedió con el piel verde y la cría, Denrek no contradijo atacar, luego huimos al notar la evidente desventaja.
—Agua—jadeó después de quitar algunas de las criaturas adheridas a su espalda.
—¿Cómo?
—Detestan el agua—explicó—. Si encontramos un río, nos dejarán de perseguir.
La situación no era la mejor, pero que conociera ese detalle me daba esperanzas de que pudiéramos escapar. Las criaturas se camuflaban con las hojas secas de los árboles, apenas se distinguían los brillantes ojos amarillos que poseían o los puntiagudos dientes.
Percibí algunos lanzarse sobre mí, pude defenderme sin mayores problemas con la daga, sin embargo, otros se lanzaron contra mis piernas haciéndome caer. Solo bastó de un parpadeo para que sus pequeñas garras y dientes empezaran a profanar mi piel.
Denrek se volteó sobre sus talones y pudo quitármelos de encima, me tomó del brazo para levantarme.
—Estamos cerca.
En un apresurado movimiento me colocó sobre su espalda y empezó a avanzar a mayor velocidad. Volteé, la distancia con las criaturas había aumentado.
—Debió hacerlo antes.
—Pensé que le molestaría, señorita Jones—respondió.
—Ciertamente, pero es preferible a que me arranquen la piel estando consciente.
Observé a los lados, él esquivaba los árboles.
—Concuerdo completamente.
Algunos parecían acelerar el paso para intentar alcanzarnos, un irritante sonido hizo eco entre el agitado bosque y las criaturas parecieron multiplicarse de un momento a otro.
—Son muy determinados—mencionó al notar la enorme cantidad que nos perseguía.
Podía notar las heridas de sus brazos, quizás uno no presentara un problema, pero se habían convertido en más de un ciento en nuestra caza. A pesar de la cercanía del mediodía, el cielo había empezado a nublarse cuando la corriente de agua fue visible a cierta distancia.
—Deprisa—insistí viéndolos cada vez más cerca.
—Su motivación no tiene límites—cuestionó como si fuera lo primordial en la situación.
Un salto y nos adentramos a la helada agua que seguía la corriente. Algunas de las criaturas saltaron con nosotros y se desvanecieron al hacer contacto con el líquido, el resto se detuvo en la orilla.
Ninguno parecía querer arriesgarse, las amenazas con sus gruñidos mostrando sus puntiagudos colmillos permanecieron un tiempo, hasta que empezaron a retroceder y desaparecer entre la tierra.
Salí de la corriente para evitar que continúe intentando arrastrarme.
—¿Qué eran esas cosas?
—Goblins—respondió continuando con la mirada hacia donde habían estado—. Diminutos, pero alborotadores.