«No importa lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando»
— Sir Terry Pratchett.
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Julietta.
La noche se evidenciaba por todo el cielo, habían estrellas, pero sobre todo árboles que pronto empezarían a mezclarse con los troncos muertos. Los pequeños destellos divagaban a mis alrededores y podía sentir la sangre de Denrek entre mis dedos. Una vez más pude apreciar el momento en que la herida empezó a sanar, seguía pareciéndome algo irreal.
—Se está convirtiendo en una mala costumbre—agregó después del silencio que se había formado—. Dispararme en este hombro—. especificó.
Recordé el momento en que se transformó en la enorme bestia e intentó matarme. Había logrado herirlo en el hombro y también tiempo atrás tenía esa cicatriz que había hecho desaparecer al descubrir esa enigmática capacidad.
—Nunca pregunté la razón de dejarme vivir.
Por alguna razón percibí esa mirada más intensa. Llevaba tiempo sin tenerlo tan cerca que olvidé lo que era sumergirse en ese azul que inundaba sus oculares.
—Jamás pensé en dañarla, señorita Jones—confesó—. Aunque es complicado mantener los instintos asesinos durante las lunas.
También recordaba lo que había sucedido después, despertar en completa soledad.
—En ese caso, debería agradecerle por apiadarse de mí.
Dejó de mirar los destellos que nos acompañaban y volvió a atraparme con su mirada.
—Me conformaré aceptando sus agradecimientos poco sarcásticos.
No pude evitar soltar una pequeña risa, me costaba aceptar que había extrañado su peculiar humor.
Observé que portaba una espada, la funda estaba atada a su cintura. El vestuario era el mismo que Corolla le había conseguido, al menos de la parte superior que parecía de una época anterior al infierno del mundo, de un color blanco un poco amarillento y con algunos botones marrones que apenas cerraban justo al centro de su torso formando una pequeña línea.
Me percaté que durante ese silencio lo había estado viendo demasiado. Entonces, fui quien desvió la mirada.
—Señorita Jones, puede que las palabras que musite nunca serán suficientes, pero hay cosas que me gustaría cambiar—no entendí a lo que se refería con exactitud, demasiadas cosas que ocultaba, palabras que no sabía si también se había atrevido a hacerme olvidar como en aquella ocasión—. Solo me gustaría saber el motivo de su presencia en este recóndito lugar. En verdad dudo que sea porque deseaba ver mi rostro, después de todo, ha encontrado sus propios métodos.
Mordí mi lengua. Habría deseado que no notase el detalle de las luciérnagas observándolo mientras descansaba, pero tampoco quería revelarle el verdadero motivo de estar en ese lugar.
Observé el brillo de las luciérnagas, tampoco estaban del todo seguros de confiar en él. Muchas cosas podían depender de lo que hiciese y era mejor omitir detalles.
—He llegado a entender que muchas cosas no hubiesen sucedido, o hubiesen ocurrido de diversa manera de no ser por el enlace que me ha ocultado durante todo este tiempo—intentó musitar algo, pero solo se quedó con los labios separados—. Comprendo que hacer las cosas en contra de su buen juicio ha de ser algo realmente tedioso, por lo que le pido que no desperdicie falso interés en mis asuntos.