«La razón se compone de verdades que hay que decir y verdades que hay que callar»
—Conde de Rivarol.
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Julietta.
Habían demasiadas razones para no descansar durante las noches, la más importante era no perder el rastro del vehículo donde Paul se había marchado, y lo que me guiaría al grupo alfa.
Una capa de tinieblas cubrió la luz natural del cielo nocturno sobre mí. El fuego en la antorcha fue lo único que me permitía ver el lugar por donde caminaba. Aunque no era lo más sensato, no podía perder más tiempo.
—Sé que hicimos un acuerdo, pero no puedo descansar ahora.
De alguna manera, la compañía de la criatura de las sombras no me desagradaba. Solía preguntarme si no era nada más que un producto de mi imaginación, pero cada vez habían más señales de su presencia.
Un fuerte viento por poco apagó la única luz que poseía.
—Si quieres seguir hurgando en mi mente, eso no te funcionará—le aseguré—. Solo retrasarás más las cosas.
Entonces el viento dejó de ser tan caótico, y la neblina sobre mi se dispersó. Fue inevitable no sonreír, de alguna extraña manera congeniaba con algo que desconocía. También había pensado que en algún momento se mostraría ante mí, aunque también me preguntaba si tenía alguna forma concisa.
Durante las noches había llegado a recolectar información sobre esa criatura. Hasta el momento entendía que estaba relacionado con la oscuridad, controlaba la neblina y posiblemente también el viento. Era capaz de poner en mis sueños extraños escenarios donde insistía en llamarme Adelaide.
Los destellos luminosos empezaron a aparecer de la nada y me otorgaron mayor claridad por mis alrededores. Había una cosa aún más curiosa, y era que en ningún momento me había cruzado con alguna bestia, lo que era realmente intrigante.
Cuando viajaba con los nómadas, las posibilidades eran grandes. En cualquier cambió de refugio teníamos algún enfrentamiento, y ahora, estando por mi cuenta no había nada.
Solo estaba el aspecto relacionado a esa criatura, después de todo, dudaba que mi suerte fuera tan impecable.
Cuando el sol comenzó a aparecer, su presencia desapareció.
Era un punto demasiado extraño, era como si mi propia sombra se esfumara de un momento para el otro. Sentía que perdía ese tipo de protección que parecía otorgarme.
No podía confiarme demasiado de su compañía, así como tampoco podría guiarme solamente por el rastro que Paul había dejado. El viento complicaría las cosas y en algunos campos no dejaría ninguna marca sobre la tierra. Solo podía avanzar en la dirección que había previsto y con suerte encontrarlos a tiempo.
Para el segundo atardecer, un rastro de humo fue evidente entre algunos árboles. Apresuré mi paso hacia aquella dirección, y el vuelco en mi corazón no fue suficiente como para demostrar mi entusiasmo con haberlos encontrado.
Los transportes estaban a un lado de lo que parecía un refugio improvisado, y pronto visualicé varios rostros lejanamente conocidos. Un par de hombres me apuntaron en cuando se percataron de mi presencia, pero otros llegaron para obligarles a bajar sus armas.
—Te recuerdo, eres la hermana de Evans Jones.
—Es cierto, también intentó salvar al hombre en aquel barranco—musitó otro de ellos.