Capítulo Veintidos

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Narrador

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Narrador

Enzo se sentía solo, sentía que estaba perdiendo a su otra mitad. Porque si, podrían decir por todos lados que los futbolistas eran mujeriegos, no lo iba a negar tampoco, pero él había encontrado a su chica. La mujer que le movía todo, se podría hacer el canchero y el "chico malo" como le había dicho, pero si ella le decía que hiciera algo, él iba y lo hacía.

Le había costado demasiado volver a confiar en una mujer, había tenido una muy mala experiencia con su ex. Le molestaba que ahora lo relacionaran con un montón de mujeres, cuando él solo quería a una.

Nadie sabía lo mal que la había pasado cuando ella se había ido tan lejos, pero una parte de él estaba convencido de que la volvería a ver y así fue. Ahora se sentía en la misma situación, sabía que la volvería a ver pero de lo que no estaba seguro era de que ella sintiera lo mismo que él.

Si, la habían pasado bomba ayer a la noche, hicieron todo lo que no pudieron hacer durante un año y medio. Pero al despertar al otro día, ella ya no estaba con él. Ni una cartita, ni un papelito, nada, como si la tierra se la hubiera tragado.

Enzo se sintió solo por milésima vez, esperaba que por lo menos esta vez se continuarán comunicando, aunque sea por mensaje. Creía que iba a ser así y eso esperaba.

Bárbara, en cambio, se había ido apurada por vergüenza. Sintió que estaba haciendo lo correcto, la había pasado hermoso la noche anterior (como para no pasarla hermoso si Enzo la había tratado como una reina), pero era distinto, ella quería que esta vez las cosas terminaran bien, que cuando ella se fuese se siguiesen hablando.

Y así fue, tres meses habían pasado desde que ella había vuelto a Inglaterra. Las cosas no habían cambiado, Bárbara continuaba con su trabajo como lo era antes y Enzo seguía con su vida normal.

Lo que no era normal era lo mucho que se extrañaban, no hablaban de eso. De hecho, ambos hacían como si fuesen amigos cercanos y nada más. Hablaban con frecuencia, más que nada para hablar del fútbol argentino, Enzo ayudaba a Bárbara preparando sus columnas para un diario deportivo de Inglaterra.

Más allá de un "cómo andas?"  o un "todo bien?", no había más conversación entre ellos. Ninguno de los dos se animaba a hablar con profundidad o a preguntar cosas de más, y eso les dolía a ambos.

Sin embargo, Bárbara tendría que volver a Argentina por la salud de su padre. Y Enzo lo sabía, no estaba contento por verla, al contrario, estaba triste. No le gustaba para nada que ella tuviese que venir a su país por esta razón y no porque ella quisiese.

Habían quedado que Enzo la iría a buscar al aeropuerto, mejor dicho, la esperaría a unas cuadras (si lo veían seguramente iba a ser centro de atención). Así podría llevarla hasta el hospital y Bárbara no tendría que esperar.

—Gracias en serio, no sabes la ayuda que es— en serio estaba agradecida, en un momento horrible por el que estaba pasando, él estaba ahí para ella.

—no me tenes que agradecer, sabes que voy a estar para vos—y ella lo sabía, en alguna de las tantas charlas/discusiones que habían tenido, él le había dicho eso, que iba a estar siempre para ella pase lo que pase y así había sido.

Bárbara llegó rápido al hospital y Enzo quedó que la esperaría en su casa con las valijas, no sé iba a quedar allí, obviamente. Enzo no se quería meter en este momento familiar, así que decidió irse y esperar a que ella buscará sus cosas en su casa.
En el fondo, él quería que se quedara esa noche con él, para qué iba a pagar un hotel? si él tenía habitaciones de más. Pero sabía que ella le diría que no, no iba a aceptar semejante propuesta, no después de quedar como amigos.

Esto último le dolía, se podía ser amigos si él sentía tantas cosas por ella?, le pasaría lo mismo a los dos?. Eran muchas preguntas las que Enzo se hacía, pero tenía que hacer caso omiso a esos pensamientos; más de una vez le habían costado noches de sueño o malos entrenamientos. Y esto último era lo que menos le gustaba, odiaba que sus sentimientos interfirieran en su profesión, más con lo autoexigente que era.

Bárbara había llegado a eso de las 8 de la noche a la casa de Enzo, iría a buscar sus valijas y se iba a un hotel. Llego al barrio privado, donde él vivía y se dio cuenta que obviamente no la iban a dejar pasar; llamó a Enzo, una, dos, tres veces y en ninguna contestó. Hasta que vio un mensaje que le había dejado a eso de las cuatro de la tarde.

"si venis tarde y no estoy, es porque me fui al club, llego a eso de las 8 y 30, espérame. Te deje una llave abajo de la maseta que está al lado de la puerta. Ya le avisé al de la entrada del barrio que te dejen pasar"

Era un amor, estaba atento a cada cosa, más allá de que fuese una cosa pequeña, a Bárbara nunca la habían tratado tan bien como él lo hacía. Y eso le causaba mariposas en la panza como una adolescente, no veía la hora de verlo.

Bárbara llegó a la puerta de la casa, agarró con cuidado la llave y entró. Se sentía rara, estaba entrando a la casa de Enzo sin Enzo; miles de pensamientos se le habían cruzado por la cabeza, que hubiese pasado si se quedaban juntos hace dos años?, vivirían los dos en esta casa?. Prefería omitir todas esas ideas, en algo se parecían con Enzo, a ninguno de los dos les gustaba pensar de más. 

Amapola | Enzo PérezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora