SILK HEART - MIGUEL O'HARA

»OJOS CEREZA«

Herby

Estaba sentada en una camilla de la Spider-Enfermería. En realidad era una línea de camillas en donde estaban algunos de los otros siendo revisados. Todos teníamos ropa normal, yo un short y una camiseta.

Kaine, Hobie, Margo, Peter, Gwen, Miles, Noir, Jess, Pav y hasta la mancha. Miguel estaba junto a mí. Todos tenían rasguños, cortadas, golpes fuertes y luego estaba yo con una barra de metal en la pierna... Bueno no, ya la habían sacado y...

Ben entró por la puerta, se veía enojado y traía el brazo extendido, un pequeño peluche en forma de dinosaurio muy tétrico estaba ahí, colgando de ese brazo y enterrándole los dientes.

–¿Por qué a los backrooms? Hay millones de lugares, pero a los backrooms– Dijo parándose frente a mí, rasqué mi cabeza con nervios.
–Lo... ¿Siento?– Pregunté y suspiró con pesadez.
–Está bien, ya sacaron a todos los demás a los que enviaste ahí, a los veintitrés– Explicó Ben y se sentó junto a mí.
–Son veinticuatro– Contesté levantando una ceja, él entre abrió la boca y pensó.
–Bueno, no importa, al rato les digo que nos falta uno– Dijo mientras una enfermera le arrancaba el animal de peluche que quería devorarlo.

Me le quedé viendo a una de las enfermeras que revisaba a Miguel, le apretaba los músculos del brazo derecho, le palpaba uno de los pectorales.

–Oye, oye, oye ¿Se te perdió algo o qué? Esas manos no van ahí, créeme, está perfectamente bien de ahí– Hablé fuerte y la Spider-Enfermera lo soltó rápido– Si linda, mejor que alejes ese estetoscopio de mi novio.

Miguel me miró y se rió negando un poco.

–¿Y tú de qué te ríes? Si quieres que te manoseen me dices a mí– Lo regañé y me reí levantando una ceja, luego ví a la chica– Sabes que lo hago muy bien.
–Aaaaaaay wey ¿Por eso no no los encontrábamos en la tierra cuarenta y dos?– Preguntó Kaine abriendo mucho los ojos.
–Yo... Mejor me callo– Dije viendo a Miguel que se ponía rojo.

Y entraron los padres de Miles viendo todo, ambos corrieron a ver al chico. Los demás estábamos sorprendidos, no sabíamos que hacer, solo miramos.

–¡Miles! Cielos... Mírate ¿Qué te pasó?– Decía Río viendo el rostro lastimado de su hijo– El señor Ben nos contó todo, casi todo.
–¿Por qué no nos dijiste que...? Miles, puedes confiar en...– El señor Morales estaba tratando de explicar pero su rostro era de confusión y tristeza– Perdón por hacerte creer que... No podías contarnos todo.
–No quería hacerlo, les mentí por mucho tiempo y no quería decepcionarlos– Explicó el chico y Río acarició su mandíbula.
–No podrías decepcionarnos, estamos orgullosos de ti– Dijo el capitán y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Miguel se puso de pié y se acercó a ellos.

–Capitán Morales– Saludó la mancha sentado junto a ellos y todos lo veíamos atentamente– ¡Es un gusto conocerlo! Bueno, sé que intenté matarlos, pero sin resentimientos ¿No?

Y Río tomó una almohada y empezó a golpear al sujeto con enojo.

–¡Así que fuiste tú! ¡Casi me matas al niño! ¡Destruiste la ciudad! ¡¿Qué te pasa?!– Gritaba ella golpeando con fuerza mientras el otro gritaba de dolor.

Miguel se levantó y corrió a ella, no vaya a ser que la mancha se enoje y nos quiera matar otra vez.

–¡Señora! ¡Señora! ¡Ya cálmese!– Gritaba Miguel tratando de jalar la almohada.

Miles y su papá le pedían a la mujer que se detuviera. Ella paró de golpearlo pero seguía gritándole.

–¡Por todos los cielos ya cállate!– Gritó Miguel molesto y Río volteó a verlo– ¡Qué escandalosa!
–¡¿A quién le dices escandalosa?! ¡¿A quién le dices escandalosa?!– Gritaba Rio y empezó a pegarle con la almohada a Miguel– ¡No me grites! ¡Y no me hables de tú! ¡Chamaco irrespetuoso!
–¡No le pegue a Miguel!– Grité cojeando para acercarme, tenía la pata tiesa por las vendas, el otro solo retrocedía y se cubría.
–¡Así que tú eres Miguel! ¡El que intentó matar a mi hijo y el que quería que mi esposo se muriera!– Gritaba Rio y su esposo la alentaba a seguir pegándole.
–¡¿Qué le pasa?! ¡¿Está loca?!– Gritó Miguel cubriendo su rostro, me puse en medio mientras él se agachaba para cubrirse y ahora empezó a pegarme a mí.
–¡¿Qué tanto le dijiste?!– Le grité a Ben mientras intentaba empujar a Río.