Saldamos cuentas pendientes

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Advertencia: mención de maltrato intrafamiliar

Andy 

Es curioso cómo los humanos ajustan la mente a su versión de la realidad. Quirón ya nos lo había dicho muchas veces. Por una vez ellos usaron su sabiduría como es debido.

Según los noticiarios de Los Ángeles, la explosión en la playa de Santa Mónica fue provocada por un secuestrador loco al disparar con una escopeta contra un coche de policía. Los disparos habían acertado a una tubería de gas rota durante el terremoto.

El secuestrador (alias Ares el idiota) era el mismo hombre que nos había raptado a mí, a mi hermano y a otros dos adolescentes en New York y nos había arrastrado por todo el país en una aterradora odisea de diez días.

Después de todo, los pobrecitos Percy y Andy Jackson no eran unos criminales internacionales. Habían causado un buen alboroto en el autobús Greyhound de Nueva Jersey al intentar escapar de su captor (y posteriormente hubo testigos que aseguraron haber visto al hombre vestido de cuero en el autobús: "¿Por qué no lo recordé antes?"). El psicópata había provocado la explosión en el arco de San Luis; ningún niño habría podido hacer algo así. Una camarera de Denver había visto al hombre amenazar a sus secuestrados delante de su restaurante, había pedido a un amigo que tomara una foto y lo había notificado a la policía. Al final, la valiente Andy Jackson (empezaba gustarme ese apodo) consiguió un arma de su captor en Los Ángeles y se enfrentó a él en la playa. La policía había llegado a tiempo. Pero en la espectacular explosión donde cinco coches de policía resultaron destruidos y el secuestrador había huido. No hubo bajas. Los Gemelos Jackson y sus dos amigos están a salvo bajo custodia policial.

Fueron los periodistas quienes nos proporcionaron la historia. Nosotros nos limitamos a asentir, llorosos y cansados (lo cual no fue difícil), y representamos los papeles de víctimas ante las cámaras.

-Lo único que Percy y yo queremos-dije llorando como una verdadera actriz de Hollywood- es volver con nuestro querido padrastro.

-Cada vez que lo veíamos en la tele llamándonos delincuentes juveniles o demonios-dijo Percy, aguantándose la risa-algo nos decía que todo terminaría bien. Y sé que querrá recompensar a todas las personas de esta bonita ciudad de Los Ángeles con un electrodoméstico gratis de su tienda. Éste es su número de teléfono.

Luego yo también tuve que disimular la risa con un sollozo ahogado.

La policía y los periodistas, conmovidos, recolectaron dinero para cuatro billetes en el siguiente vuelo a Nueva York. No tuvimos otra elección que volar, así que confiamos en que Zeus aflojara un poco, dadas las circunstancias. Pero aun así nos costó subir al avión.

El despegue fue una pesadilla. Las turbulencias daban más miedo que los chihuahuas demonio. Percy y yo no soltamos los reposabrazos hasta que aterrizamos sin problemas en La Guardia. La prensa local nos esperaba fuera, pero conseguimos evitarlos gracias a Annabeth, que los engañó gritándoles con la gorra de los Yankees puesta: "¡Están allí, junto al helado de yogur! ¡Vamos!" Y después volvió con nosotros.

Nos separamos en la parada de taxis. Percy y yo les dijimos que volvieran al Campamento Mestizo e informaran a Quirón de lo que había pensado. Protestaron, y fue muy duro verlos irse después de todo lo que habíamos pasado juntos, pero era hora de que los dos enfrentáramos esta última parte de la misión. Como siempre había sido, nosotros dos contra el mundo.

Subimos a un taxi y nos encaminamos a Manhattan.

Treinta minutos más tarde entraba en el vestíbulo del edificio Empire State.

Debíamos parecer niños de la calle, vestidos con prendas ajadas, los rostros arañados y (en mi caso) el pelo como un nido de ratas, pero ya que. Hacía por lo menos veinticuatro horas que no dormíamos y yo tuve que luchar con un dios así que teníamos excusa. Nos acercamos al guardia del mostrador.

Los Gemelos Jackson y el ladrón del rayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora