Nos convertimos en fugitivos conocidos

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Percy 

Me gustaría decirte que tuve una revelación profunda en mi caída, que llegué a un acuerdo con mi propia mortalidad y me reí de mi muerte, etcétera, etc.

¿La verdad? Mi único pensamiento era: ¡Aaaaaggghhhhh!

El río venía hacia mí a la velocidad de un camión. El viento arrancó el aliento de mis pulmones. Agujas, rascacielos y puentes caían dentro y fuera de mi visión.

Y luego: ¡Flaaaa – boooom!

Un centenar de burbujas. Me hundí en la oscuridad, seguramente estaba a punto de terminar atrapado en el fango y perdido para siempre.

Pero mi choque contra el agua no dolió. Ahora caía lentamente, las burbujas se filtraban a través de mis dedos. Se asentaron en el fondo del río sonoramente. Un pez gato del tamaño de mi padrastro se alejó en la penumbra. Nubes de polvo y basura repugnante — botellas de cerveza, zapatos viejos, bolsas de plástico — se arremolinaron a mí alrededor.

En ese punto, me di cuenta de algunas cosas: primero, no había sido aplanado como una tortilla. No había sido asado. Ya no sentía más el veneno de quimera en las venas. Estaba vivo, lo cual era medianamente bueno, porque luego Andy se encargaría de terminar el trabajo, por provocarle un infarto. Así que no sé cuál era peor.

Segundo descubrimiento: No estaba mojado. Quiero decir, podía sentir la humedad del agua. Pude ver los lugares en mi ropa donde el fuego había sido apagado. Pero cuando toqué mi camiseta, se sentía perfectamente seca. Miré la basura que allí flotaba y tomé una vieja colilla de cigarro.

"No puede ser", pensé.

Tomé un encendedor. Chispeó. Una pequeña llama apareció, justo allí en el fondo del Mississippi. Agarré un contenedor de hamburguesa que flotaba fuera de la corriente e inmediatamente el envase se secó. Podía encenderlo sin ningún problema. Pero tan pronto como lo solté, las llamas lo pulverizaron. Extraño.

Me paré en el profundo y resbaloso fango. Me temblaban las piernas.

Mis manos estaban temblorosas. Debería estar muerto. El hecho de no estarlo parecía... bueno, un milagro. Imaginé la voz de una mujer, sonaba un poco como a mi madre:

- ¿Qué dices Percy?

-Um... gracias- Bajo el agua, sonaba como lo hacía en grabaciones, como un chico mayor-Gracias... padre.

No hubo respuesta. Sólo la oscura basura a la deriva del río, un bagre enorme deslizándose, la luz de la puesta de sol en la superficie del agua más arriba, volviendo todo de tonos amarillentos.

¿Por qué Poseidón me había salvado? Mientras más lo pensaba, más apenado me sentía. Así que había tenido algo de suerte minutos antes. Contra una cosa como Quimera, nunca hubiera tenido una oportunidad. Esas pobres personas en el Arco probablemente habían sido calcinadas. No pude protegerlos. No era un héroe. Tal vez debía quedarme allí abajo con el bagre y tomar los anzuelos.

Fump, fump, fump. Un bote en el río pasaba sobre mí, arremolinando el agua alrededor.

Allí, a no más de cinco pies de mí, estaba mi espada, su empuñadura reluciente de bronce sobresalía del lodo.

Oí de nuevo aquella voz de mujer:

-Percy, toma la espada. Tu padre cree en ti y en tu hermana.

Esta vez, supe que la voz no estaba en mi cabeza. No la estaba imaginando. Sus palabras parecían venir de todos lados, irrumpiendo en el agua como el sonar de un delfín.

- ¿Dónde estás? -llamé fuertemente.

Luego, entre la penumbra, la vi, una mujer del color del agua, un fantasma en la corriente, flotando justo sobre mi espada. Tenía el cabello largo y ondulado, y sus ojos, apenas visibles, eran verdes como los míos.

Los Gemelos Jackson y el ladrón del rayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora