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SEGUNDO FRAGMENTO

NIÑA DE ORO

JAMES BUCHANAN BARNES1941

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JAMES BUCHANAN BARNES
1941

Mis más codiciados anhelos solían manifestarse durante las madrugadas.

Mientras los demás soldados del pelotón dormitaban, yo tendía a empaparme con una ensoñación excesiva.


Y esa gélida noche de diciembre no fue la excepción.

Recostado de espaldas sobre mi camastro, con los brazos flexionados tras la nuca.

Me sumergí en un trance.

Utilizaba mis ojos como un instrumento para trazar sueños en el destartalado techo de la base y algunos eran tan intensos que conseguían iluminar y expandir mis pupilas.

Me zambullía hasta el mentón en aquellas metas que anhelaba alcanzar.

Los ancianos más sabios del barrio solían decirme que durante tiempos de guerra, no existía futuro y que la ensoñación desmesurada bien podría considerarse un trastorno mental.

Al averno con ellos.

Y a unos cuantos días de la ceremonia que oficialmente me convertiría en soldado, pensé excesivamente en el futuro.

Mi mente colonizó realidades alternas a la mía.

Visualicé una en la que mi madre continuaba con vida y también vislumbré a aquel hombre en el que deseaba convertirme con fervor.

Y ese llevaba la posición de sargento delante de su nombre.

Sargento James Buchanan Barnes...

Casi puedo visualizarme, esgrimiendo la barbilla en alto y portando con orgullo mi insignia.

Llegando para las fiestas decembrinas y de pie en el umbral de mi antigua casa en Brooklyn, engalanado con mi sofisticado traje militar.

Mientras la nieve cellisquea sobre mis prominentes hombreras.

Entonces tocaría la aldaba tres veces y empuñaría un fragante y colorido ramo de lirios.

Las flores favoritas de mi madre.

Sin dudar ella estaría orgullosa, viendo a su único hijo ascender a un rango militar tan honorifico.

Entonces desparramando júbilo, me cobijaría en la calidez de sus brazos.

Pero, para materializar las ensoñaciones siempre era menester el esfuerzo y la disciplina.

El toque de queda en la base comenzaba a las nueve de la noche, ni un minuto más, ni un minuto menos.

Tras vociferarnos unas cuantas órdenes nuestro sargento solía apagar todas las luces.

Sweet Winter [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora