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TERCER FRAGMENTO

❝ PROMESA ❞

James Buchanan Barnes1941

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James Buchanan Barnes
1941


Mediante este diario, es mi intención describir mis memorias con locuacidad y soltura, y quizá, solo así pueda comprender lo erróneo de mis acciones pasadas.

Aún ahora mi mano se muestra reacia a relatar algunos sucesos, he tenido que empujarla para que la pluma siga deslizándose sobre el papel.

En fin.

Gracias a los méritos y descuidos de una niña, pasamos del sartén directo al fuego; Francia en tiempos de guerra, era el último lugar donde un soldado americano querría encontrar asilo.

Sé con absoluta certeza que cuando Alemania arribó Francia, la voluntad de los franceses por luchar contra los alemanes colapsó totalmente, así que fue invadida fácilmente.

Alguna vez yo también fui un joven iluso y estúpido, aquel muchacho que anhelaba cumplir los sueños de su visionaria madre, llevándola a París.

Pero murió.

Al perder a mi madre, perdí de vista cualquier punto de referencia que podría haberme conducido a un punto feliz, una vida más plena o agradable.

Quien podría pensar que años después, su hijo terminaría pisando territorio francés, pero bajo funestas e irreales circunstancias.

Mientras admiraba con un gesto meditabundo y sombrío los extensos montes forrados de aterciopelado verdor, evoqué una de las reglas más importantes de supervivencia:

Jamás te quedes en un mismo lugar por más tiempo del estrictamente necesario.

Así que, pese a que la pequeña Hermosell, continuaba inmersa en aquel profundo desmayo, tuve que encontrarle un reconfortante refugio entre mis brazos.

Porque ¡maldita sea! ahora aquella pequeña y frágil flor, era mi responsabilidad.

La cargué sin esfuerzo, tan liviana como una hoja mecida ante las vertiginosas precipitaciones de una brisa otoñal.

Decrecí por aquel empinado monte y mastiqué el dolor insufrible que pulsaba en mi tobillo; cada paso una cuchillada en los tendones.

Pero, por supuesto no me brindaría el lujo de ser lento, la agilidad conjuntamente con la velocidad es imprescindibles, más aún cuando el bando enemigo podría capturarme.

Deliciosa ironía.

Aquel acento atrayente y cadencioso, con el que, a través de lírica y poesía, me hacía de la admiración de las damas, sería mi perdición.

Un soldado alemán reconocería de inmediato mi léxico americano, aquel acento adquirido en Brooklyn que le otorgaba distinción y elegancia a mis palabras.

Sweet Winter [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora