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CAPÍTULO ONCE

❝SONRÍE AUNQUE ESTÉS ROTO❞

El aula de Astronomía se mantiene sumergida en las penumbras, iluminada tan solo por el resplandor azul que desparrama el holograma realista del sistema solar; nueve planetas a escala flotando y desplazándose alrededor de los pupitres

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El aula de Astronomía se mantiene sumergida en las penumbras, iluminada tan solo por el resplandor azul que desparrama el holograma realista del sistema solar; nueve planetas a escala flotando y desplazándose alrededor de los pupitres.

Me encuentro en mi asiento, con la mejilla apoyada sobre los nudillos mientras finjo tomar apuntes.

La profesora Fabray explica con optimismo acerca de la rotación y traslación de marte, pero a penas la escucho.

Transcurrieron tres horas desde lo que ocurrió en la cafetería y aquel agradable y cosquilleante aleteo persiste en mi estómago.

El unicornio de goma que decora mi bolígrafo se mueve rítmicamente con las letras que garabateo.

Utilizo tinta con brillantina color rosa, para trazar una y otra vez su nombre en el papel.

Una sonrisita boba tira de mis comisuras cuando lo decoro juiciosamente con estrellas y corazones.

"James Barnes"

Sé que es incorrecto tener este tipo de sentimientos por un hombre mayor, pero no corría riesgo en cuanto supiera mantener mis emocionas al margen.

Algo similar a lo que sientes con el vocalista de una banda o con una atractiva estrella Hollywood o con el carismático personaje de un libro.

Un gusto platónico, lejano e inaccesible.

—Señorita, Hermosell ¿Podría prestar atención a clases? —La voz exhausta de la señorita Fabray me devuelve a mi realidad.

Cierro mi libreta de un abrupto y me enderezo en mi lugar con prisa.

—No espere que le responda, maestra. —menciona Sabrina en tono burlón y despectivo— De seguro aún fantasea con el atractivo corredor de pasillos, pobre ingenua Jamás saliste con un chico ¿verdad? ¿Por eso confundes un recorrido exclusivamente académico con una cita?

Le secunda un fastidioso coro de risitas.

Deslizo mis gafas por el puente de mi nariz y mis mejillas se encienden ante el enfado.

Me toma mucha fuerza de voluntad no levantarme y obligarla a hacerle comer sus mechones de algodón de azúcar.

—¡Señorita Strauss! —reprende la maestra— No voy a permitir este tipo de comportamientos en mi clase. A detención.

—P-pero profeso...

—Ahora.

Reparo en su apellido con alerta.

Strauss.

Jesse solo tenía una hermana, pero la internaron en el psiquiátrico el año pasado.

Cuando el timbre de salida reverbera de extremo a extremo de los pasillos me impulso velozmente de mi pupitre. Recojo mi libreta con apremio y la resguardo en el interior de mi mochila.

Sweet Winter [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora