Pese a que tenía muy pocas horas de sueño, Ginny se sintió más activa que nunca cuando se hicieron las cinco de la mañana. Estaba lista para recibir de mejor forma el siguiente día. No podía dejarse embriagar por la tristeza como había hecho el día anterior, y tratando de buscar aquella felicidad y tranquilidad, decidió que reanudaría el hábito de salir a correr.
Ella siempre se mantenía en forma. Durante la escuela y como no tenía el impedimento de sus hermanos, fue una de las mejores jugadoras de Quidditch de su casa. Ser cazadora era su puesto y era la predilecta. Gracias a ella perdieron solo dos partidos, y fue por el mal clima. Cuando se graduó, Ginny hacía una que otra ronda de ejercicio día de por medio, y como en Massachusetts el departamento estaba cerca de un parque, salía a correr por ahí en la mañana. Era refrescante, liberador, aclaraba su mente. Y eso era lo que Ginny más necesitaba en ese momento.
De modo que se levantó, se dio un baño aprovechando que nadie más en la casa estaba despierto, y se colocó ropa deportiva y cómoda. Cuando la brisa fría de la mañana acarició su rostro al salir al patio, un escalofrío le recorrió la espalda, pero fue tan maravilloso. Por unos instantes, Ginny se sintió tan libre como un ave en el cielo, aunque después, sacudió la cabeza pensando que imaginaba idioteces. Ella siempre había sido libre. No estaba encarcelada ni nada por el estilo.
Se dirigió hacia el bosque, guiándose por el camino de tierra señalado, Ginny comenzó su rutina de correr, aunque más bien trotaba, para ir admirando el paisaje durante la ronda. Sí, fue tan liberador y hermoso como lo esperaba, y pese a que podría verse agotador, Ginny aclaró las ideas que tanto abrumaban su mente. Y lo mejor es que no tendría que pensar a donde se dirigía, simplemente seguía corriendo, por donde sus pies la llevaran.
Ojalá el rumbo de su vida fuera tan fácil de llevar y tomar.
Admiró el amanecer a través de los arboles, se detuvo a mojarse la cara un poco en el lago y después corrió de regreso. En varias ocasiones pensó que escuchaba ramas romperse o pasos por el bosque, pero se lo atribuyó a unos animales salvajes y siguió con su camino. Debían ser cerca de las seis cuando entró a la madriguera, sobresaltando a Bill, Fleur y Charlie, que estaban en la sala.
—¿A dónde fuiste? —preguntó Bill, entre confundido y preocupado.
—A correr —respondió Ginny con simpleza.
Fue a la cocina a tomar un poco de agua, y apenas regresó notó las miradas preocupadas que se lanzaban en la sala.
—¿Qué? —Frunció el ceño—. ¿Ahora no puedo salir a correr?
Charlie se removió incómodo.
—Preferiríamos que por ahora te mantuvieras en casa.
—¿En casa?
—Sí, Ginny, el mundo es demasiado peligroso.
—¿Qué edad crees que tengo? ¿Once?
—¡Por favor! —suplicó Bill—. Ginny, ¿podrías colaborar un poco con nosotros? Queremos verte bien y alejarte del peligro.
—¿Cómo quieren que colabore si ni siquiera me dicen qué nos amenaza? Voldemort está muerto, supérenlo. ¿Y qué si sus mortífagos siguen por ahí? No pueden hacer nada, ya que su líder está muerto. Solo son ratas perdidas que no saben qué hacer con sus vidas.
—No se trata solo de los mortífagos —dijo Bill con seriedad—. También estamos en una guerra fría con los muggles, el ministro de magia es un inepto...
—¿Quién es el ministro de magia?
—Luciano Ballard —respondió Charlie.
—¿Es británico?
ESTÁS LEYENDO
Su Debilidad [Harry y Ginny]
FanfictionGinevra Weasley, fue enviada por sus padres a Estados Unidos cuando tenía 14 años, muy a pesar de que por fin pudo entablar una amistad con Harry Potter, el chico del que siempre estuvo enamorada. Una año y medio después de la desastrosa batalla de...