Capítulo 4 - La venda

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Estaba decidida y no podía continuar postergando algo tan importante como vivir su amor por Franco con libertad.

Tenía miedo de a la reacción y decepción de su mamá.

El estómago se le revolvió, pero la sensación era peor cuando Franco venía a su cabeza y se atormentaba por no darle el lugar que le correspondía a causa de Gabriela, o mejor dicho, por las impresentables artimañas de Fernando Escandón.

Un mes.

Un mes desde que había regresado de su escapada, un mes desde que se había visto obligada a esconder el anillo, y un mes en el que Fernando había ganado más poder. El tipo ya no se escondía y las vapuleaba y maltrataba, sintiéndose con el poder de gobernar la hacienda Elizondo.

¿Cómo Gabriela podía ser tan ignorante?

¿Cómo Gabriela podía dejar que alguien usase con tanto albedrío sus propiedades y dinero?

Se había cansado de su mamá, de Fernando, de Rosario y de todo el peso que descansaba sobre sus hombros. Había luchado por su familia, pero era su momento, y sabiendo que Norma y Jimena terminarían por irse de la casa y que su abuelo jamás estaría dispuesto a abandonar a su mamá, era su turno, puede que de sufrir los gritos e insultos de Gabriela, pero era el paso que debía de dar.

Tomó una gran bocanada y abrió la puerta del despacho.

–Mamá.

Gabriela la miró brevemente para después volver a fijar su vista en los papeles que tenía sobre la mesa.

–Mamá, necesito que hablemos.

El miedo había desaparecido y aunque seguía con la incertidumbre de la reacción de Gabriela, sentía que la libertad estaba tan cerca que todo lo que viniese después de ese momento, no tendría importancia.

–Claro que necesitamos hablar, hija mía –esta vez la miró con firmeza–. Necesito que me expliques si esto que ven mis ojos es cierto –dijo mientras le mostraba unas facturas– y si es verdad que Fernando ha manipulado los números para inflar los precios.

Sara abrió los ojos de par en par y tomó los papeles en sus manos sin creerse lo que estaba escuchando, y no porque se alarmase de lo que Fernando había hecho, sino de que su mamá se diese cuenta y no tratase de justificarle.

–Mamá, es lo que lleva haciendo todo este tiempo –ni siquiera miró las facturas porque sabía que era verdad–. Nos ha estado robando a nosotros, a los empleados, a los proveedores... ¡Está manchando el nombre de nuestra familia!

Gabriela apretó los labios y negó con la cabeza.

–No entiendo, Fernando es un buen hombre...

–No, no lo es –la interrumpió y tomó asiento frente a ella–. Ha estado haciendo muchas cosas a tus espaldas y no solo con referencia a la hacienda, sino con nosotras, mamá. Nos ha insultado, humillado y maltratado.

Gabriela se llevó las manos a la cabeza.

Entendía le que estaba pasando por su mente, ella misma había idealizado la figura de Fernando, pero su venda cayó y pudo ver quién se escondía detrás de la falsa caballerosidad del tipo. La venda de su mamá también estaba cayendo y ella debía de ayudarla a quitársela por completo... Y puede que el momento de contar la verdad de su relación con Franco tuviera que esperar.

–Hija mía, no sé como he estado tan ciega –Gabriela alzó la mano en su dirección.

Pocas eran las muestras de cariño de su mamá, pero el pequeño apretón de manos que recibió, fue lo que necesitaba.

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora