Capítulo 20 - Contracciones

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No podía describir el dolor.

El latigazo que recorría su vientre, la espalda y los costados, que dejaba una vibración en su cuerpo que le cortaba la respiración e impedía su habla. Un dolor que provocaba ganas de gritar, gruñir y destrozar todo lo que cayese entre sus manos, un dolor que había deseado durante meses que llegase... Su bebé estaba por nacer, pero el que pensó que sería el día más hermoso de su vida se convirtió en una horrible pesadilla.

–¡Firma! –gritó Fernando empuñando la pluma como si fuera un arma y el documento en el que donaba la fortuna Elizondo.

Pensar con claridad era una ardua tarea cuando un ser humano estaba tratando de atravesarte las caderas para llegar al mundo. Tenía que guardar la calma y ser fuerte por muy difícil que la situación se presentase.

No podía firmar.

Las contracciones golpeaban su cuerpo dejándola exhausta. Sus nudillos se volvieron blancos de apretar y sus dientes chirriaban al evitar que un sonido saliese de su boca. Ser una mujer embarazada la situaba en una situación de indefensión, pero ser una mujer de parto la hacía el blanco más fácil de todos.

–Fernando –suplicaba su mamá–, Sara firmará. Por favor, dejen que se marche.

El tipo no dudó ni un segundo y respondió a Gabriela golpeándola en la cara, dejando a la mujer aturdida.

–Ay, mujercita. Nosotros somos hombres de palabra –Dinora tomó la pluma de la mano de Fernando–. Tenemos un trato con Armando y lo cumpliremos... Sara, firma.

Necesitaba tiempo, al menos el tiempo necesario para tu bebé.

Acarició con delicadeza el vientre donde Andrés había crecido seguro durante todo esos meses. No recibió respuesta alguna como acostumbraba, significando que su bebé estaba concentrado en llegar al mundo tanto si fuera estuviera esperándole un equipo médico o una banda armada de delincuentes.

–Si no firmo muero –comenzó– y si firmo también.

La firma no solo suponía perder una fortuna, sino también una sentencia de muerte.

–Muy elocuente, Sara –Fernando soltó una carcajada–. ¿Quiere un premio?

No tenía duda. Prefería pasar mil dolores como el que sentía que escuchar la risa exasperante de aquel tipo.

–Pero si no firmo, ustedes también pierden... Por lo que negociemos.

Los más interesados en la firma eran ellos y si la mataban antes de hacerlo, jamás verían un peso.

Apenas podía pensar con lucidez, pero era consciente de que Fernando solo se movía por la plata. Debía de sacar la poca fuerza y compartimentar en su mente todos los problemas y posibilidades que estaba enfrentando; un parto, una sentencia de muerte, la protección de su prometido.

–No estás en condiciones de negociar –murmuró Armando.

El delincuente se había desplazado unos metros y lindaba con la puerta a la sala continua. Cualquiera podría pensar que trataba de escapar... Sin unos secuaces más estúpidos que él no era nada. Dinora y Fernando no eran tan fáciles de manipular.

Su cuerpo estaba débil, pero no más que la alianza de aquellos tres.

–Firmaré –respondió.

Era su única opción.

No podía hacer otra cosa que jugar esa carta escondida y que nadie de los presentes se había percatado.

–Firmaré una vez nacido mi bebé y este se encuentre en un lugar seguro.

Ignoraba cuanto podría dudar el proceso de parto, pero notaba la presión en su bajo vientre. Las ganas de pujar no tardarían en llegar y debía de lograr su cometido antes de que comenzase el nacimiento.

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora