Capítulo 7 - Más vale una imagen...

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Sobre su roca favorita y contemplando el horizonte, es como Sara se encontró a Franco. Nunca establecían hora o día, simplemente sabían cuando ambos debían acudir a aquel lugar testigo de la evolución de su amor.

Observó el auto de Franco estacionado en las cercanías y sonrió. Su novio no había extrañado el cambio de transporte ni había preguntado el porqué de su sorpresivo abandono por los caballos. Franco sabía darle su espacio, moverse a sus tiempos, no la forzaba ni ponía en duda sus decisiones... Y eso la hacía sentirse totalmente culpable, porque los hechos no tenían que haberse dado tal como sucedieron.

Franco tenía que haber sido el primero, junto a ella, en conocer el resultado de la prueba de embarazo.

Colocó el auto junto al de su novio y antes de que pudiera reaccionar, este ya estaba abriendo la puerta y le extendía la mano para ayudarla a bajar.

–Hola, mi amor.

Trató de sonreír y aceptar la mano que tan caballerosamente se le ofrecía, pero la culpabilidad no la dejó. No tuvo que abrir la boca para que Franco reconociera la angustia en su rostro, así como el brillo en sus ojos, para darse cuenta de que algo no estaba bien.

–¡¿Qué paso?! ¡¿Qué hizo ese tipo?!

No pudo evitar temblar bajo los brazos de su novio, los cuales la sostenían con mimo y firmeza.

–Fernando no hizo nada –murmuró contra el cuello de Franco–, y mi mamá tampoco, es decir, no hicieron nada más de lo habitual.

Franco la miró confuso, y era completamente acertado, porque su comportamiento era errático, y no estaba siendo sincera.

–Entonces... ¿Qué ocurre? –la miró fijamente– Te conozco mejor que a mí mismo para saber que algo no está bien.

Se mordió el labio inferior ante la mirada expectante de Franco. No era capaz de pronunciar las palabras, abrió varias veces la boca, pero no tenía el valor suficiente para expresar lo que estaba ocurriendo.

Sara, la cobarde.

Así es como Sarita la Pistolera había pasado de enfrentarse a delincuentes y maleantes a no poder pronunciar unas simples palabras.

Tomó una gran bocanada de aire y se deshizo de los brazos de Franco. Quizás las palabras no salieran de lo más profundo de su garganta, pero dicen que una imagen vale más que mil palabras, por lo que rebuscó en el pequeño bolso de su jean, donde había guardado con tanto amor la prueba que cambiaria sus vidas.

Franco la miró con detalle, arrugando el ceño cuando le mostró la pequeña imagen en blanco y negro.

Una ecografía.

El test de embarazo con resultado positivo no había sido suficiente prueba para ella. Los errores existían y no quería crear falsas ilusiones. Porque estaba segura de era eso lo que Franco iba a sentir, este había verbalizado constantemente sus deseos de casarse para formar una familia lo antes posible.

–¿Qué es? –preguntó Franco mientras lo giraba sin saber de qué se trataba.

Sonrió ante la ingenuidad de su novio, aunque viéndose reflejada así misma cuando acudió a la consulta de su doctor e hizo la misma pregunta. En esa imagen en blanco y negro apenas se apreciaba una forma reconocible a la de un bebé, si no más bien a un punto diminuto en forma de haba.

–Un bebé.

Su respuesta no pareció ser registrada por Franco, ya que frunció más el ceño a la vez que  acercaba la ecografía a los ojos.

Para ser más exactos, aquel era un bebé de seis semanas de gestación y tal como sospechaba había sido producto de una mala planificación al no considerar que los antibióticos iban a anular el efecto de su método anticonceptivo.

–¿De quién?

Soltó una carcajada. 

No creyó que Franco fuera a necesitar tantas pistas para darse cuenta.

–Nuestro.

Mientras los ojos de su novio se clavaban fijamente en ella, sintió como la culpa se esfumaba de su cuerpo y recibía la tranquilidad a cambio. Esa tranquilidad le permitió comenzar a disfrutar de la inesperada noticia, ser madre siempre había entrado en sus planes, pero jamás imaginó que se daría de esa manera, pero el cómo y cuándo ya poco importaba, ahora tenía que vivir el presente, y el presente era que en su interior estaba albergando a su hijo.

–Estás embarazada.

Las palabras de Franco fueron la confirmación que hacía aún más real la situación. Tal como se esperaba, la emoción se apoderó de los ojos azules más hermosos que jamás había visto, los cuales pronto se volvieron vidriosos a causas de las lágrimas que amenazan por caer.

–¡Estás embarazada! –volvió a repetir.

Asintió con la cabeza, ya que se había quedado muda y la única manera que encontraba para mostrar lo que estaba sintiendo era a través de los gestos, y mejor gesto que el llevarse las manos a su vientre plano, no podía existir.

Los brazos de Franco volvieron a rodearla, aunque a diferencia de la vez anterior, con delicadeza y regalándole suaves caricias. No eran necesarias las palabras para decirse lo que sentían y excepto por los "te amo" que no se dejaban de repetir, el resto no hacía falta.

Pero esa nube de ensueño en la que se habían instalado por unos minutos debía de romperse para afrontar la complicada situación que se les avecinaba... Aunque puede que fuera ella, que pensaba en exceso, porque Franco tenía las cosas muy claras.

–Organizar una boda en tan corto plazo será complicado, pero no imposible. Lo realmente difícil será estar de acuerdo para decorar la habitación del bebé...

Franco no paraba de hablar; de sus planes, de lo que esperaba que fueran los siguientes pasos...

Estaba abrumada, porque aunque ella era amante de las planificaciones, no sabía como actuar. Por un lado, estaba su sueño hecho realidad, en el que su boda con Franco estaba a la vuelta de la esquina y no había cosa que más desease que comenzar a organizar todo lo que su bebé necesitase... Pero a su vez era incapaz de olvidar lo que estaba sucediendo con su mamá.

–¿Estás bien? ¿Te estoy agobiando?

Se apresuró a negar con la cabeza, no era Franco quien la estaba agobiando, sino la idea de tener que regresar a la hacienda Elizondo y contarle a su mamá de una vez por todas que en pocas semanas se iba a casar y que en unos meses iba a traer al mundo a un Reyes.

–Es por tu mamá... –afirmó Franco. Aún le resultaba increíble que ese hombre solo necesitase una mirada para saber lo que estaba pensando– Te acompañaré, es el momento en el que yo también deba responder por mi familia.

Que su mamá conociera de su relación por la boca del propio Franco era la peor idea que se le podría ocurrir. Su novio no tendría opción si Gabriela decidía tomar las armas y encañonarle.

–Mi amor, le contaré todo a solas. Es demasiado orgullosa y con tu presencia jamás daría su brazo a torcer.

Franco frunció los labios, nada convencido de sus palabras, pero valoraba su opinión y por ello lo aceptó.

–Espero que sea pronto, porque no veo el día en te conviertas en mi esposa y no hay cosa que más desee, que gritar a todo el mundo que vamos a tener un hijo.

Compartía ese sentimiento, por eso cuando se despidió de Franco con la promesa de que sus deseos se harían realidad en las próximas horas y que iría directa a contarle su mamá, un nuevo inconveniente se interpuso en su camino cuando al llegar a la hacienda Elizondo se encontró con un auto que no debía de estar allí.

El auto de Rosario Montes.

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¡Hola!

Disculpen la demora, pero comencé de nuevo las clases y durante el fin de semana trabajo por lo que no tengo mucho tiempo para escribir.

Espero les haya gustado.

¡Gracias!

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora