Epílogo

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El horizonte era espectacular.

La visión del sol esconderse entre montañas era la imagen más hermosa que se podía presenciar.

La naturaleza.

La frisa fresca.

La paleta de colores tan distante.

Un mundo hermoso.

Un mundo lleno de calma...

–¡Mamá!

... Y tranquilidad.

–¡Mami!

Sara tuvo que dejar de mirar hacia el espectáculo frente a ella para atender a esas dos caras hermosas que la llamaban enojados.

–¿Qué sucede? –preguntó bajándose del caballo–. Ya son mayorcitos para pelear.

–Andrés dejo su caballo en el lugar de mi potra.

–¿Acaso tiene tu nombre? El lugar es de todos, Gaby.

Puso los ojos en blanco, en vez de un hijo de quince años y una hija de catorce, tenían dos bebés.

–Chicos, hay espacio para todos.

Franco era el intermediario, el que sabía como calmar a esas dos fieras que tenían por hijos. Sara a veces se asombraba de la tranquilidad que su esposo demostraba al lidiar con esos dos adolescentes.

Franco era un papá excepcional, comprensivo y empático. Ella siempre había tratado de ser justa y sobre todo abierta, intentando ser todo lo contrario a lo que su mamá fue... Por eso creía que hacían un buen equipo en lo que la paternidad se trataba, al igual que había sucedido con la administración de la hacienda y los negocios.

Los últimos dieciséis años se podían definir como perfectos.

No más guerras.

No más enemigos.

No más problemas familiares.

Ahora su máxima preocupación era encontrar un buen lugar para que Andrés continuase sus estudios en el exterior y que Gaby despertase a tiempo en las mañana para ir a la escuela...

Gaby.

Gabriela.

Esa niña que decidieron traer al mundo y que llegó mucho antes de lo que esperaban. Tras su matrimonio, y cuando apenas faltaban un par de meses para el primer cumpleaños de Andrés, recibieron la feliz noticia de que nueve más tarde serían padres de nuevo.

La felicidad fue superior cuando descubrieron que se trataba de una niña.

No hubo dudas ni mucho que pensar.

Esa niña siempre estuvo destinada a llamarse Gabriela.

Con el paso de los años, ella y sus hermanas, y más tras convertirse en madres, entendieron, aunque no comprendieron, los motivos de su mamá para hacer todo lo hizo. Pero consiguieron hacer las paces con su figura y comenzar a venerar a esa mujer que les dio la vida.

Bajo los pies que pisaba, ahora de tierra, su mamá dio la vida por protegerlas y eso jamás lo olvidaría.

–¿Amor, estás bien? –preguntó Franco estirando la mano hacia ella–. Conseguí domar a las bestias.

Sonrió mientras aceptaba la mano de su esposo y observaba como esas dos "bestias", ahora ya calmadas, tomaban asiento entre las rocas para poder ver los últimos minutos de la puesta de sol.

–Nunca estuve mejor.

Porque cada día era mejor que el anterior y continuaría siéndolo por siempre.

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Con demora, pero acá tienen el final de esta historia llena de altibajos y emociones. No fue fácil llegar a esto, ya que en algunas ocasiones dudé sobre el ritmo y del final que tenía planeado, pero estoy muy contenta de conseguirlo.

Espero que hayan disfrutado tanto como yo.

Gracias por el apoyo que recibo de ustedes. Como siempre les digo, todo esto sale de sus buenas palabras y de la aceptación que muestran en todas mis historias.

¡Muchas gracias!

¡Besotes!

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora