Capítulo 5 - Pequeños grandes detalles

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¡Por supuesto que su periodo estaba retrasado!

¿Cómo no iba a estarlo?

Gabriela.

Fernando.

Rosario.

Y todos aquellos problemas de los que los Reyes y las Elizondo parecían no poder librarse.

Su retraso no era más que consecuencia del estrés... O eso era con lo que una parte de su cerebro trataba de justificar, porque la otra no hacía más que decirle que prestase atención a los pequeños grandes detalles, como el evidente retraso que se estaba acercando a las tres semanas, las nauseas, la somnolencia que la hacía dormir más de lo normal y el insoportable dolor de pechos.

Lo sabía.

Lo sabía perfectamente, pero no quería aceptarlo, ya que de hacerlo todo se precipitaría y tendría que tomar una drástica decisión.

Estaba tomando las debidas precauciones.

Había evitado a toda costa realizar esfuerzos innecesarios, adecuado su alimentación y lo más difícil; no montar a caballo. Y difícil era, porque eludir sus obligaciones cuando trataba que Fernando no se apoderase de la hacienda podía dejarla en evidencia delante de los empleados y de su mamá, la cual con el paso de los días era más consciente de las manipulaciones de Escandón.

Franco había notado que algo no estaba bien con ella, aunque sus excusas parecían ser aceptadas con facilidad por su novio, así como que tampoco le preguntase por qué habían dejado de encontrarse montando a caballo para hacerlo en auto.

"¡No puedo creer que haya estado tan ciega!"

"¡Nos ha estado robando!"

Pero cuando escuchaba salir de la boca de Gabriela aquellas expresiones, respiraba hondo y justificaba que todos sus síntomas se debían al estrés.

–¿Sarita?

Se revolvió en la silla, tratando de recuperar la compostura. Estaba comentando con sus hermanas la nueva fechoría de Fernando.

–¿Nos has escuchado? –preguntó de nuevo Norma.

Se llevó una mano a la frente y parpadeó varias veces. Había desconectado de la conversación, estaba agotada y lo único que deseaba era dormir.

–Si les soy sincera, no –confesó. Estaba cansada de tener que mentir a todo el mundo sobre como se sentía y aunque no iba a contar la verdad, quería descargar un poco de la presión que se apoderaba de su interior–, pero estoy de acuerdo en todo lo que suponga alejar a Fernando de nuestras vidas.

Observó como Norma arrugaba el gesto y entrecerraba los ojos mientras la miraba.

–Estás un tantito distraída últimamente, ¿todo bien con Franco?

Norma era muy persuasiva cuando se lo proponía y a diferencia de Jimena, que podía saltar rápidamente de un tema a otro, su hermana mediana no se iba a tomar a ligera su respuesta, por lo que debía ser concisa y no mostrar duda.

–Con él todo está bien.– Y lo estaba porque a pesar de los problemas, Franco estaba a su lado. –Tengo mucho trabajo y no descanso lo suficiente.– No mentía porque cualquier mínimo esfuerzo le suponía el doble de agotamiento.

–Hermanita, tu cama no dice lo mismo porque no es la primera vez que debo despertarte –Jimena sonrió triunfante.

La pequeña de las Elizondo era la más dormilona y desde niñas, Sara había sido la encargada de cerciorarse de que su hermana pequeña se levantase cada mañana a tiempo.

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora