Capítulo 16 - Un problema menos

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Sara sintió como Andrés elegía el momento para regalarle un festival de patadas al que no estaba acostumbrada. Su bebé era calmo y la dejaba descansar la mayor parte del tiempo. Franco, a su lado, debió notar su incomodidad, ya que raudo la abrazó por la espalda y depositar las manos en su redondeado vientre.

Aquello pareció tranquilizar a su hijo, aunque la angustia que comenzó a sentir a cambio no ayudó a que llevar mejor la situación.

No le gustaba verse como una mujer débil y jamás contaría como esa mujer la indisponía con su mirada fija en su vientre, por lo que la ignoró y centro su atención en Pepita Ronderos a la cual había tenido el placer de conocer con anterioridad al ser el abuelo gran fan de la cantante.

–Muchacho, que bien acompañado le encuentro.

La sonrisa de Pepita contrastaba con la seriedad en el rostro de Rosario.

–Sin duda, que mejor compañía que mi prometida.

La carcajada de Pepita hizo eco en la tienda. Sara no sabía quién estaba disfrutando más de la situación, si Franco o la mujer que no dejaba de mirar de reojo a Rosario.

–Reciban mi enhorabuena por su próximo casamiento, aunque si mis ojazos no me fallan, que nunca lo hacen, también les debo de dar la enhorabuena por su estado de buena esperanza.

Franco acarició con delicadeza la redondez de su pancita, dentro de la cual Andrés parecía haber vuelto a despertar y respondía con alguna que otra patada a los cariños de su papá.

–Gracias Pepita por sus felicitaciones –le agradeció. Una vez recompuesta del encuentro, pudo disfrutar de las buenas palabras de la cantante, mientras que disfrutaba del evidente enojo de Rosario–. También debemos de ofrecerle las nuestras, a la vista está que usted también está a la espera de un bebé.

Pepita asintió con una felicidad equivalente a la suya, mientras que sin pena alguna se levantó parte de su camisa para mostrarles su pancita.

–A la vista que está que nuestros bebés serán de la misma edad. ¡Serán grandes amigos!

Las carcajadas de los tres volvían a ser la antítesis de Rosario. La mujer estaba tratando de ignorarles, a pesar de que se encontraba junto a Pepita, y cambio su mirada hacia las cunas que se encontraban tras ellos.

Esperaba que aquello fuera suficiente para que jamás volviera a molestarles.

–Estaré atenta a mi correo y recibir la invitación para su boda. ¡Les regalaré uno de mis shows! –Pepita dio una vuelta sobre sí misma como pequeña muestra de lo que iban a recibir.

Entendía a la perfección por qué el abuelo amaba tener a esa mujer cerca. Era el alma de la fiesta, incluso sin la fiesta.

–Se lo agradecemos y la anotaremos en nuestra lista de invitados ¿cierto amor? –Franco le preguntó mientras besaba su cabeza.

–Por supuesto, además al abuelo le encantará.

Don Martín no cabrá en sí de gozo cuando le cuenta que cierta cantante de su preferencia acudirá a amenizar la fiesta de su casamiento.

–¡Ay, mi viejito! Tendré que hacerle una visita, siempre y cuando la amargada de Gabriela no este presente.

En otras circunstancias le hubiera ofendido que alguien se refiriera a su mamá de esa forma, pero tenía toda la razón. Su mamá era una amargada y precisamente esa no era su peor cualidad.

Si solo fuera amargada...

–¡Pepita, por favor! ¡Terminemos de una vez tus estúpidas compras!

Pero si de amargadas hablaban, tenían entre ellos a la reina de la amargura.

–Ay, Rosarito... –Pepita puso los ojos en blanco– Sí, continuemos antes de que tu malhumor fastidie el hermoso día de Franco y su familia.

Franco y su familia.

Sonaba a música celestial.

Ansiaba de que llegará el momento en que fueran oficialmente una familia con su hijo, así como con todos los hicieron que vinieran detrás.

–Le vuelvo a dar mi enhorabuena y... Les aconsejo las cunas que se encuentran en el fondo, ¡son hermosas!

Se despidieron a duras penas de la mujer, ya que Rosario no esperó a que su amiga terminase la frase y la tomó del brazo mientras la arrastraba por el pasillo.

Una vez solos, Sara apoyó su cabeza contra el pecho de Franco y cerró los ojos. Relajando su cuerpo y permitiéndose el respirar con normalidad de nuevo.

–Creo que Rosario jamás volverá a ser un problema –susurró su prometido contra su cabeza– ¡Apenas podía mirarte! –añadió con una carcajada.

–Ay, amor. No me gusta ser cruel e indisponer a nadie, pero se lo merece.

Rosario Montes había sido la más cruel al invadir su propiedad para indisponerla. A todo el mundo el karma le daba su merecido y la mujer acababa de tomar un dosis muy fuerte de su propia medicina.

–Sara Elizondo, tiene usted un corazón y una bondad tan enorme a la que viejas como esa jamás podrían aspirar –Franco la giró para quedar frente con frente–. Eres la mejor y te amaré por siempre.

Solo Franco podía conseguir que de una situación peculiar como aquella y en medio del pasillo de una tienda para bebés, hacer que el mundo a su alrededor dejaste de existir y la trasportase en nube al mundo donde solo existían ellos dos.

–Te amo –respondió, porque aquel hombre le dejaba sin palabras y solo podía articular las que mayor significado suponían.

–No lo creo, porque yo la amo más.

Se besaron.

Se besaron en público, rodeados de personas.

No había cosa que más le gustase a Sara que el poder vivir su amor con libertad, si temor a que alguien los descubriese y fuera a contárselo a su mamá.

–¿Amor, le parece si vamos a ver la cunas? –preguntó Franco en cuanto cortaron el beso– Muero de ganas por decorar la habitación de Andrés.

Sara no pudo negarse a la petición porque al igual que Franco deseaba que su pequeño comenzase a tener su lugar dentro de la casa.

Unas horas más tarde regresaron a la haciendo con el auto repleto de cajas, ropa, juguetes y utensilios necesarios para la crianza de un bebé.

Que sencilla era la vida cuando todo marchaba bien, los problemas comenzaban a desaparecer y el futuro se les presentaba tan brillante.

Pero...

¿Hasta cuando duraría esta buena racha?

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Disculpen por lo que pequeño de este capítulo, pero quería darle el protagonismo a Rosario con el fin de terminar su participación en esta historia, así que... ¡Bye Bye Rosario! Ya no deben de preocuparse más por ella, sabe que ya no tiene nada que hacer con Franco.

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora