Capítulo 17 - El peor error de tu vida

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Decorar y organizar la habitación del bebé se había convertido en su pasatiempo favorito. Se había olvidado de los caballos, de los negocios y de los problemas existentes en la hacienda Elizondo.

Su pequeño refugio.

Un lugar donde encontraba la paz y tranquilidad que tan necesaria era para su embarazo. Podía pasar horas imaginándose a su bebé descansando en la cunita que con mucho trabajo Franco había logrado construir, eligiendo uno de los trajecitos que ya impedían cerrar los cajones o cambiando pañales a las tantas de la madrugada.

Deseaba tanto tener al bebé entre sus brazos que en ocasiones sus hormonas hacían acto de presencia y se enojaba porque el tiempo no transcurriese más deprisa.

–Amor, debo de ir a la oficina –dijo Franco entrando en la habitación.

La sorprendió abriendo un regalo que habían recibido de Leandro. Cada día su amigo les enviaba un trajecito o un accesorio que de seguro se vería hermoso en su bebé.

–Alguien ha cometido un error y me necesitan –bufó su novio. A la vista de su mala cara, era lo que menos le apetecía– ¡¿Por qué tengo que ser el dueño de la empresa?!

Sara se mordió la lengua para no soltar una carcajada ante la queja de Franco, la cual se asimilaba más a la de un niño chiquito.

–Cuanto lo siento, mi amor –se acercó y le acarició el rostro–. Seguro que antes de que te des cuenta, has regresado.

Pero sus palabras de ánimo no sirvieron para nada porque Franco frunció el ceño aún más.

–¿Y si me acompañas? –preguntó esperanzado, aunque sabía la respuesta.

Desde que Sara había abrazado su maternidad, nada la podía convencer para abandonar aquella habitación con el fin de realizar trabajo alguno.

–Mmm... –le daba mucha tristeza decirle que no, pero ahora tenía otro hombre en su vida que dictaba sus decisiones.

–Está bien, no contestes. No quiero ponerte en una encrucijada, además, ya sé que tengo todas las de perder –Franco sonrió de lado y se agachó para quedar a la altura de su pancita–. Andrés, un día vamos a tener una conversación de hombre a hombre.

Sara no pudo aguantar más la risa y soltó una carcajada que fue contestada por su propio hijo con una retahíla de patadas.

Estaba tan feliz... Que nada podía oscurecer los días tan brillantes que se presentaban.

A regañadientes, Franco abandonó la hacienda con la promesa de regresar con algo rico para almorzar.

El resto de la mañana continuó ordenando, llevando de un lado para otro decoraciones, cambiando y recambiando.

Lo amaba.

Y más amaba hacer todo hablando con Andrés.

–¿Qué te parece, mi amor? ¿Dejamos los juguetes que el tío Óscar te ha regalado en la estantería o lo guardamos en el baúl que la tía Norma compró?

Recibió a cambio dos patadas.

–Por supuesto, mejor en la estantería para que puedas verlos.

Sonrió satisfecha cuando colocó los juguetes y se volvió a maravillar con lo linda que estaba quedando la habitación. Franco le había advertido que decorase como gustase, pero que aquello no era más que un dormitorio provisional, ya que se estaba encargando de los trámites necesarios para comenzar el diseño y la construcción de una casa para los tres.

–Doña Sarita, con permiso –Quintina llamó a la puerta e ingresó en la habitación para quedarse sin palabras al ver el interior.

–¿Es lindo, no cree?

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora