El pasado de un muerto

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Gojo se despertó con el canto de los pájaros.

La cálida luz del sol que entraba por la ventana reposaba suavemente sobre su piel. Aquel había sido el sueño más profundo que había tenido en mucho tiempo.

Era el primer día que iría a la escuela. El primer paso de su viaje para llevar una vida normal.

—¿Qué hora es..?

Gojo miró a su derecha. En la mesita de noche, su reloj digital mostraba la hora actual: 08:34 a.m.

Parpadeó.

—¿Eh...?— ¿Su escuela no empezaba a las 08:45? Se acababa de despertar, por lo que tal vez sus Seis Ojos no se encontraban en plena forma. 

Gojo se frotó la cara y miró el reloj una vez más.

8:35 a.m.

—Llego tarde.

Se quitó las sábanas de una patada y saltó de la cama, casi derribando la mesita de noche. Corrió hasta el armario y buscó su uniforme torpemente.

Descartó cualquier ropa informal que hubiese y se puso una camisa blanca, pantalones oscuros reglamentarios y, por supuesto, un gakuran negro con botones dorados. Tuvo suerte de que hubiese un par de uniformes más. El anterior había acabado enterrando en el jardín de su casa.

Arregló su cabello en el espejo y salió corriendo por la calle. Tras de un sólido minuto de carrera, se detuvo en seco.

Su cerebro había estado en piloto automático (cortesía de sus caóticos días de escuela) y había olvidado comprobar a dónde tenía que ir. ¡Mierda, probablemente la dirección en la que iba ni siquiera conducía a la escuela! Tampoco podía teletransportarse porque no sabía dónde estaba el instituto.

—Solo hay una forma de llegar allí— puso una mirada determinada. —¡Socializando!

***


—Bajad la voz— dijo el maestro, aburrido.

El jaleo de los estudiantes se fue apagando gradualmente, aunque algunos susurros y risas persistieron. El profesor suspiró, se dio la vuelta con un libro en la mano y una tiza en la otra, listo para escribir.

—Muy bien, hay mucho que estudiar en las lecciones de física de hoy. Abri-

SLAM.

Los estudiantes fueron tomados por sorpresa por el abrupto sonido. Giraron la cabeza hacia la puerta. Ahí estaba Gojo en toda su frikigloria, tratando de recuperar el aliento como si hubiera corrido una maratón durante dos días.

—¿Gojo?— El profesor dirigió una mirada de preocupación hacia él.

—Siento—inhaló y exhaló profundamente —. Siento llegar tar-

—Ok, ya está bien— interrumpió —. Te lo dejaré pasar esta vez ya que siempre has sido el primero en llegar. No vengas tarde la próxima vez— Se volvió hacia la pizarra y comenzó a escribir—. Siéntate en tu sitio, por favor.

Y eso hizo.

***


En defensa de Gojo, él no pretendía aparecer como un atleta medio muerto, pero correr y seguir instrucciones al mismo tiempo le había resultado agotador. Especialmente a su cuerpo. Le había preguntado a una anciana en una tienda de conveniencia, pero esta se detuvo a la mitad de la oración y le preguntó de qué estaban hablando. Luego le había preguntado a un oficinista que pasaba por allí, pero había sido completamente ignorado. Y así estuvo durante un buen rato.

El día a día de Gojo en un mundo extraño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora