Capítulo 4. Intercambio.

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Benjamín.


Sabía que los orbes de energía duraban poco, pero no pensé que tan poco... Siempre me había asegurado de realizar el proceso de limpieza del alma cerca del hospital. Primeramente, porque si la persona sobrevivía, iba a necesitar ayuda inmediata. Y segundo, porque en caso de que no sobreviviera, podría usar sus años de vida restantes para salvar a alguien.

Aquella noche creía que no podía odiar más a Charmeine, pero estaba muy equivocado. A tan solo una cuadra de distancia para llegar al hospital, sentí un pequeño movimiento entre mis manos. Imaginé lo que estaba pasando y temía voltear, así que seguí volando intentando ignorar el movimiento entre mis dedos e incrementando la velocidad.

Aun con todos mis esfuerzos, no logré llegar a tiempo. Durante el trayecto había podido sentir cómo el peso que cargaba con mis manos disminuía cada vez más, hasta desaparecer en su totalidad. El orbe había desaparecido, y no había podido salvar a nadie, me sentía muy triste. Había fallado.

Estuve un rato de rodillas sobre el asfalto, la culpa me carcomía. Intentaba culpar a Charmeine, pero si hubiese actuado antes, quizás hubiese podido hacer algo antes de que ella llegara. Incluso ahora, me preguntaba qué podría haber hecho diferente.

Haber visto la maldad desaparecer de los ojos de la atacante era algo que no creía posible antes, hasta que lo vi por mí mismo. Había perdido la única prueba que tenía de que eso era posible, y necesitaba hablarlo con alguien, si había una forma de hacer desaparecer la maldad de los humanos sin intentar limpiar sus almas, debía averiguarlo.

Me dirigí a casa, estaba muy cansado. Sentía que debía descansar al menos un par de días de esos encargos. Se me ocurrió intentar persuadir a Cassiel para que fuese por mí. Aunque inmediatamente descarté la idea, no podría con el peso de suplir a un ángel de la muerte.

Al llegar a casa, un olor increíble me recibió. Al parecer, Cassiel había estado horneando algo y olía delicioso, había llenado toda la estancia con un olor dulzón que me traía una felicidad instantánea. Realmente amaba vivir con él. Cuando me quité los zapatos en el recibidor, una costumbre muy de su cultura y por la que yo siempre acostumbraba a usar calcetines negros, él se apresuró a saludarme, asomando su cabeza por la puerta de la cocina.

—¡Benji! Llegas justo a tiempo, estoy preparando algo que te encantará.

Verlo tan animado me emocionó, estar con Cassiel podía o salir muy bien o muy mal. Él solía ser una persona muy emocional y dependiendo de cómo habían sido sus encargos recientes, se definía su estado de ánimo. En ese momento se veía muy feliz, lo cual me causaba curiosidad por saber qué encargos le habían tocado.

—¿Qué tal estuvo tu noche? —me preguntó él, mientras se ponía un delantal y se disponía a lavar los trastes. No sin antes pasarme una paleta con un poco de mezcla de lo que estaba preparando.

Al probar la mezcla, no pude adivinar de qué se trataba, pero no me sorprendía porque no era tan bueno como él en las artes culinarias. Después de lamerla, le pasé la paleta y busqué un poco de agua en la nevera. Para luego contestar su pregunta mientras me sentaba en la isla de la cocina.

—Pues... -alargué aquella palabra, intentando pensar por dónde comenzar—. Fue una noche muy movida, primero un tipo quiso asaltar a un par de chicas y lo lancé contra un camión.

Él es un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora