Capítulo 20. Acuerdos.

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Teresa.

—¿Cómo hizo para bajar tan rápido? —cuestioné para mí misma, notando que aquel chico se encontraba en la playa.

Centré mis ojos en la playa de nuevo y sostuve mi cámara. Tenía que recordar que estaba ahí para cubrir sucesos extraños, y en ese momento, un grupo de chicas atravesaba la playa, parecer dirigiéndose al mar, donde se encontraba aquella chica que había visto aquel día en el cementerio junto a Santiago.

Ver a aquella chica ahí me hacía sentir ganas de vomitar, evocaba en mí recuerdos de aquel día en que los había visto juntos, y que había desencadenado nuestra ruptura. Si ella estaba ahí, quería decir que algo siniestro estaba ocurriendo, tenía mucho por Rubí, no entendía por qué se encontraba con aquellas chicas. Si ella había quedado en cubrirme, me preguntaba por qué no me había dicho que iba al mismo lugar que yo.

O quizás ella tampoco lo sabía.

Temí al pensar que quizás algo o alguien la estuviese controlando, y quise salir corriendo de ahí, continuaba tomando fotos, con el ojo clavado al visor de la cámara. Observaba que el chico misterioso corría hacia aquellas chicas e intentaba detenerlas mientras ellas comenzaban a acercarse cada vez más al agua.

No podía negar que me sentía un poco más segura al saber que él estaba ahí. Él me había salvado la vida esa mañana en el festival, y confiaba en que si se había ido de mi lado, era porque me ayudaría a proteger a Rubí.

Aunque no dejaba de tomar fotos, e intentaba grabar un vídeo con mi celular al mismo tiempo, no dejaba de mirar de vez en cuando a la chica rubia que se encontraba en el agua. Me causaba escalofríos, pero necesitaba entender qué estaba haciendo. No dejaba de pensar en que sus movimientos eran similares a aquellos que hacía aquel día en el cementerio, y si eso era cierto, lo más probable es que se encontrara haciendo un ritual.

E igual que aquel día, donde sacrificaron gallinas. Sospeché que aquellas chicas posiblemente eran su sacrificio.

Una lágrima resbaló por mi mejilla, fruto del miedo que sentía y la impotencia, estaba tan lejos de la playa que aunque lo intentara, sabía que no llegaría a tiempo, para cuando yo estuviese ahí, ellas ya estarían en manos de aquella chica malvada.

Me aferré a la idea de que aquel chico lo haría, debía confiar en que él las salvaría.

Trataba de adivinar sus movimientos lo mejor que podía a través del zoom de mi cámara desde el faro. Lo veía intentando atravesar su camino, interponerse entre la chica que lideraba aquella fila y el agua, pero parecía imposible.

Cuando sus pies tocaron el agua, sentí un deja vú. Recordé claramente el momento en que aquel chico había aparecido inerte frente al hospital, juraría que aquel era el mismo resplandor que había sentido, aunque solo había sido un segundo.

A partir de ahí, todo ocurrió muy rápido. Aquel chico había hecho algo con la mano de cada una, y eso había hecho que volvieran en sí, pude ver su confusión desde las alturas y pensé en bajar por Rubí. Tomé un par de fotos más mientras la policía se acercaba a ellas y me dirigí a las escaleras.

—¿A dónde vas?

No reconocí aquella voz, pero sabía bien que solo había una persona que pudiese aparecer con aquella rapidez.

—Tengo que ir a ver a mi prima.

—Estará bien —dijo él mientras se acercaba a la baranda y fijaba su vista en la escena que se llevaba a cabo en la arena—. Escuché que los de la patrulla llamaron a una ambulancia, quieren examinarlas, parecían desorientadas.

Él es un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora