Capítulo 21. Conexiones.

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Benjamín.

No podía negar que me sentía feliz. Estar con ella, hacer cualquier cosa para que esté bien, me llenaba. No pude evitar sentirme contento al ver la manera tan dudosa en la que se ponía su identificación de vuelta, y notar su alivio cuando se dio cuenta de que ya no le hacía daño. Había sido difícil eliminar la energía oscura de aquel objeto con una sola mano y estando en mi bolsillo, pero sin duda, había valido la pena...

Observé hacia la calle, y la vi entrar al auto. Sabía que era mi momento de volver a casa y hablar con Cassiel sobre lo que había pasado. Me paré en la barandilla, dispuesto a alzar vuelo, hasta que escuché una voz conocida, que me hizo quedarme donde estaba.

—¿A dónde vas?

Era Charmeine.

—A casa—-respondí a secas.

—¿La conoces? —me interrogó.

—¿Y tú conoces a Santiago?

Puso los ojos en blanco.

—Ni siquiera debes saber de quién estás hablando —mencionó.

—Dudo mucho que haga falta saberlo, sé muy bien que andas con cualquiera —solté.

Ella me miraba enfurecida. Sabía bien que esperaba sacarme información, pero a este punto, estaba frustrando todos sus intentos, dándole donde más le dolía.

—Entiendo si te consideras cualquier persona —insinuó.

Se acercó a mí, de esa manera tan rastrera que la identificaba. Sabía bien lo guapa que era, y usaba eso como una herramienta para conseguir lo que quería siempre. Pero yo no iba a dejar que la usara conmigo, di dos pasos atrás y le respondí.

—Charm, lo que sea que digas no puede herirme. Ya no pienso en ti de esa forma, y eso lo sabes bien. En este momento, solo me importa una persona y haré lo que sea para protegerla, aunque sea pasando por encima de ti.

—Eso lo veremos.

Dicho eso, se dio la vuelta y se fue volando, tal como pensé que lo había hecho la primera vez. Yo también seguí mi camino, como debí haber hecho. Me sentía como si acabara de declarar una guerra, y a partir de ahora se vería cuál era el mando más fuerte.

Cuando llegué a casa, Cassiel estaba dormido en el sillón de la sala, y la televisión estaba apagada. Intenté entrar sin hacer mucho ruido, sin embargo, él se despertó.

—¿Benji? —balbuceó.

—A veces eres como una madre —bromeé.

Él se rio, se levantó del sillón y comenzó a subir las escaleras detrás de mí.

—Tienes que contármelo todo —exigió cuando llegamos al segundo piso.

—Lo haré mañana, ahora estás muy dormido.

—Sé que no quieres hacerlo ahora porque no hay comida de por medio, pero está bien, mañana con el desayuno —aceptó, y se fue a su cuarto.

Estaba agotado, definitivamente quería descansar. Me lancé a mi cama y sentí que caí como piedra, ni siquiera recordaba haber pensado en nada, porque me había dormido nada más tocar la almohada.

Él es un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora