Capítulo 27. Elegida.

10 3 10
                                    

Teresa

No sentía nada, y eso me preocupaba. En aquel momento, no podía ver nada. No era consciente de mi cuerpo, y aunque intentara mover algún músculo, no sentía que respondiera a mi orden. No me dolía nada, ni tampoco sentía el tacto de la ropa contra mi piel. Era como si todo mi cuerpo estuviese en un trance.

Ni siquiera podía ver nada, por más que intentaba abrir mis ojos. No pasaba nada, todo era totalmente oscuro, como si por un momento hubiese quedado atrapada en un vacío total. Me sentí perdida, y tuve mucho miedo. Deseaba poder gritar y pedir ayuda, pero no salía ningún sonido de mi boca.

Sentía que deambulaba en la nada, como si no existiera.

Hasta que escuché su voz.

El problema era que había sido justo su voz. La voz de la que había estado huyendo durante tantos meses, y que tanto había deseado alejar de mí. Era lo más irónico que pensar que justo ahora, su voz fue lo único que me hizo ser consciente de mi situación en aquel momento, y me trajo de vuelta.

—¿Teresa? —había dicho él.

Y fue ahí cuando recuperé mi vista. Observé todo a mi alrededor en busca de respuestas, y fue ahí donde supe por qué no había podido sentir absolutamente nada antes de escuchar su voz.

En ese instante, todo lo veía desde una perspectiva distinta. Como si mi cuerpo se encontrara flotando, y yo solo fuese un orbe de luz en el universo. Observé a Santiago entrando a la habitación, llevaba algo en la mano. Y se dirigía hacia una chica que se encontraba encadenada, tirada en el piso de la habitación.

Él la tomó del rostro con una mano, y justo en ese momento, cuando su rostro quedó al descubierto, sentí que mi alma se desaparecía. La chica que se encontraba en el piso se trataba de mí, pero por alguna razón, mi cuerpo estaba ahí y yo me encontraba flotando en el aire.

—Teresa, despierta —me pidió con voz suave.

Santiago le hablaba a mi cuerpo inerte, incluso en aquel estado, no podía evitar pensar que él se encontraba mucho más cerca de lo que me gustaría. Aunque, en esas circunstancias, esperaba que no se alejara, ni dejara de hablarme. Necesitaba que mi cuerpo reaccionara. No tenía el control de mí misma, y no sabía cómo podía volver.

Casi como si él hubiese adivinado lo que me encontraba pensando. O quizás, porque él sabía perfectamente qué era lo que estaba pasando. Lo observé sacar un encendedor de su bolsillo y encender la punta de aquello que llevaba en la mano, al parecer era incienso. Pude ver cómo el humo de este se expandía en espirales en el aire mientras él agitaba aquella varilla en círculos por el aire.

Santiago comenzó a caminar con el incienso en su mano, hasta que el humo se acercó a mí. Sentí como si un remolino me hubiese atrapado. Todo me daba vueltas. Hasta que finalmente pude abrir mis ojos.

Observé mis piernas y brazos  desesperadamente, asegurándome de que había vuelto por completo a mi cuerpo. Y soltando una gran bocanada de aire por el asombro ante aquello que acababa de pasar.

Intenté moverme y fui consciente de aquello que había visto desde mi perspectiva anterior, estaba encadenada. Levanté la mirada, y ahí estaba él, mi exnovio, observándome fijamente y con una sonrisa de autosuficiencia en el rostro.

—Me alegra que hayamos podido vernos de nuevo —dijo.

—No voluntariamente, te lo aseguro —repliqué.

Él es un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora