Capítulo 24. Recaída.

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Teresa.

No podría describir lo cómico que era ver a Cassiel, un chico tan imponente, poniéndose un delantal. Ambos nos dirigimos a la cocina, yo solo lo seguía. E intentaba hacer ruido intencionalmente para que él pudiese saber dónde estaba. Me preguntaba cuánto duraría el efecto de invisibilidad en mí, y reflexionar sobre eso me creaba muchísimas más dudas.

Aun no podía creer dónde me encontraba, estaba en casa de un par de ángeles. Podía decir que aquel lugar a simple vista parecía igual a cualquier otro, común y corriente. Pero no dejaba de sentirme impresionada por todo el mundo que había descubierto que existía ahí.

Al llegar a la cocina, me senté en un banquito junto a la imponente isla de mármol que estaba en todo el centro de la habitación. Mientras observaba a Cassiel abrir la alacena, se quedó mirando su contenido por unos segundos, como buscando algo. Y luego se volteó hacia mí, yo estaba jugando con un palito que encontré sobre la mesa, moviéndolo de un lado a otro sobre el mármol.

—¿Qué quieres comer? —me preguntó Cassiel.

Yo estaba confundida, no estaba ahí para comer. Cuando él me había encontrado en la calle, había mencionado que debíamos irnos para encontrar un lugar en el cual pudiéramos hablar. Y ahí estábamos, completamente a solas. Pero él parecía más motivado a buscar qué comer, y yo cuestionaba la razón.

—¿Tenemos que comer algo en este momento? —pregunté—. Benjamín acaba de desaparecer entre las llamas. Justo en frente de nosotros, y no puedo creer que tú solo pienses en comida. ¿Es que él no te importa? —dudé.

Cuando terminé de hablar, caí en cuenta de que estaba siendo muy grosera con él, aunque no lo lamentaba. Me sentía perdida, por mi cabeza solo se cruzaban ideas una y otra vez, intentando adivinar si existía alguna forma de traer a Benjamín de vuelta, confiando en que el mundo mágico al que pertenecía tuviese las respuestas.

Mi corazón daba un vuelco al recordar la última vez que lo había visto. No podía quitar de mi mente aquel momento en que las llamas lo consumieron. Respiré profundo al ver la expresión inmutable de Cassiel. Él, con suma calma y aún en silencio, sacó una bolsa de harina y algunos huevos, mientras alcanzaba otros ingredientes. Luego de eso, finalmente, me contestó.

—Sé que para ti esto debe parecer extraño. No todos saben esto, pero mi padre tiene el don de ver el futuro. Es un don muy anhelado entre ángeles, ya que no todos lo poseen. Se transmite entre generaciones, y todos esperaban que yo lo tuviese, aunque por más que me hicieron pruebas, no fue así.

Yo estaba confundida, su respuesta no tenía nada que ver con lo que había preguntado. Si su padre podía ver el futuro, ¿por qué no lo llamaba y ya?

—¿Vas a invitar a tu padre a comer? —pregunté.

Él se rio.

—No, es que, a pesar de todas las pruebas, nunca encontraron el don en mí. Hasta que un día, mientras preparaba un sándwich, pude ver a mi padre esa misma noche llegando con pizza. Y fue ahí cuando supe que sí había adquirido el don, pero por alguna razón solo puedo usarlo mientras cocino.

Aquello me parecía muy cómico, y solté una risa. Él sonrió ante mi gesto.

—Así que supongo que serán galletas. Preparé estas hace poco, te van a encantar.

Él es un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora